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24M en Olavarría: “El día anterior”

Dos relatos de Norberto “Negro” Santellan sobre el atentado que sufrió su familia el 23 de marzo de 1976. Uno fue escrito en 2009 y, el segundo, este domingo.


A pocas horas del Día de la Memoria, se cumplen este domingo 49 años de un atentado en la vivienda de la familia de Norberto “Negro” Santellan en Olavarría. A propósito de la fecha, él escribió dos relatos. Uno fue redactado en 2009 y publicado en sus redes sociales así como en distintos medios; el segundo, fue redactado este domingo.

 

“Dado el contexto socio-político-económico-cultural de hoy sumado a sensaciones y reflexiones íntimas relacionadas con mi historia, mi viejo, mi familia … entonces escribí el ´segundo acto´ de esa crónica y me gustaría poder publicarla en Olavarría para que la barbarie que se evoca el 24 por lo que generó a partir de aquel fatídico día en todo el país no tape aquel evento concreto que sucedió en Olavarría (por primera vez en su historia)” consideró el autor.

 

Sostuvo que el atentado del 23 de marzo de 1976 “mostró de manera elocuente que la persecución, agresión y asesinato de los líderes y militantes comprometido con la dignidad y bienestar de los trabajadores, había comenzado hacia un par de años con la Triple A y otras organizaciones paramilitares asesinas que en Olavarría también tenían sus seguidores y operadores y también alguno de sus objetivos: en este caso mi viejo”.

 

Central de Noticias presenta los dos relatos:

 

El Día Anterior – Primer acto

 

Solemos llamar ayer al día anterior al de hoy, también llamamos pasado a lo anterior al presente. Ambas palabras pierden su estricto sentido cuando se diluyen en el tiempo, pasando generalmente a ser casi eufemismos. Pero si de algunas fechas nos recordamos los argentinos, una de ellas es sin duda el 24 de marzo de 1976. No tanto por lo que sucedió ese día, sino porque lo asociamos con el principio de una de las páginas más negras de nuestra historia.

La verdad es que ese oscuro libro se venía escribiendo desde hace rato, no sólo en los escritorios castrenses, sino también en los sombríos rincones de algunos sindicatos, partidos políticos, asociaciones de profesionales, etc.

Los hijos del “Brujo” venían haciendo gala de sus aberrantes tropelías desde mucho tiempo atrás; en algunos sindicatos la persecución a compañeros “descarriados” era sistemática y descarada, mientras que algunos actores sociales y políticos se confabulaban con botas y sotanas para lograr imponer el “orden de los sepulcros” … todo eso antes del 24 de marzo.

Pero aquel día anterior existió también en Olavarría … cuando a las 3 de la madrugada del 23 de marzo, un par de secuaces que actuaron como mano de obra de un “grupo de tareas civil”, hicieron estallar una pesada carga de trotyl en mi casa, intentando con ello hacer escarmentar a mi padre que, en la CGT Regional, luchaba con su palabra y convicción contra una pléyade de patoteros armados.

Hoy hace 33 años también de aquel Día Anterior, que para nuestra familia pudo resultar el último. Nosotros seguimos vivos, nuestra memoria también. También los autores materiales del hecho… Y también varios de los autores ideológicos de aquel intento de asesinato familiar, algunos de ellos siguen sentados en sus sillones de siempre y otros que le han pedido prestado a la democracia. Que lo parió!!

 

Norberto “Negro” Santellan, 23 de marzo de 2009

 

El Día Anterior – Segundo acto

 

Dicen que el pasado no muere, que las cicatrices de la historia siguen latiendo, vivas y dolientes, como un viejo tambor que resuena en la madrugada. Y hay fechas que no se olvidan, que no se diluyen aunque el tiempo las intente borrar con su trapo sucio. Una de esas fechas, en esta tierra nuestra tan maltratada, es el 24 de marzo de 1976. No tanto por lo que ocurrió ese día, sino porque lo asociamos con el zarpazo brutal que nos arrancó el alma y nos dejó en silencio, como un grito ahogado en la garganta.

Pero lo que pocos recuerdan es que antes de esa fecha maldita, hubo otro día anterior. Un día que en realidad fue una noche de pólvora y de odio, de cobardía disfrazada de valentía, de traición vestida de lealtad. Fue la madrugada del 23 de marzo en Olavarría, cuando el cielo se desgarró con un estruendo que quiso callar a un hombre digno. A mi viejo.

Cinco kilos de trotyl. No fue un petardo de carnaval ni una advertencia simbólica. Fue un grito sordo que se estrelló contra los muros de nuestra casa y nos sacudió hasta el alma. Y mientras el polvo aún flotaba en el aire y la tierra temblaba de miedo, la pregunta se clavó como un puñal: ¿Hasta cuándo estos hijos del terror seguirán sembrando odio y cosechando muerte?

La respuesta no vino del cielo, ni de los diarios, ni de los tribunales. Vino de la memoria. Porque la memoria es terca y no se deja doblegar. Y mientras algunos siguen ocupando los sillones prestados por la democracia, otros mantenemos la dignidad intacta, como una flor que se niega a morir entre los escombros.

Hoy, tantos años después, los mismos fantasmas siguen merodeando. Se han cambiado el traje de gala por la camiseta de la democracia, pero el hedor a sangre vieja y a miedo reciente sigue impregnando sus discursos. Los asesinos de entonces y sus herederos de ahora, que disfrazan el poder de justicia y la injusticia de progreso.

Pero hay algo que no entienden, algo que no pudieron quemar con su dinamita cobarde. Es la palabra, esa chispa que incendia la indiferencia y atraviesa el olvido como un cuchillo caliente. Es la memoria viva de quienes no callamos, de quienes seguimos gritando a pesar del estruendo, de quienes nos negamos a que el silencio sea la tumba de nuestra historia.

Lo que pasó aquella madrugada del 23 de marzo no fue solo un atentado contra un hombre, fue un intento desesperado de acallar la dignidad y el coraje de alguien que nunca transó con la burocracia sindical ni se arrodilló ante los matones de turno. Fue un intento de arrancar de raíz la resistencia, de apagar la llama que iluminaba la conciencia obrera. Y no pudieron.

Porque seguimos acá, vivos, intactos, y con la palabra en la punta de la lengua, dispuestos a seguir contando esta historia una y mil veces, para que los nuevos sepultureros del derecho no se salgan con la suya. Que lo parió, viejo, ¡cómo cuesta que la verdad florezca en esta tierra de sombras y de traiciones!

Pero lo hacemos. Seguimos hablando. Seguimos recordando. Seguimos luchando. Porque el Día Anterior aún late en nuestros corazones y no vamos a dejar que lo borren de la memoria ni lo entierren en la impunidad.

Porque la dignidad no se dinamita. Ni con cinco kilos de odio, ni con toneladas de indiferencia.

 

Norberto “Negro” Santellan, 23 de marzo de 2025