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La importancia del urbanismo con perspectiva de género

¿Qué es?, ¿cómo nos pueda ayudar a pensar la ciudad?, ¿qué rol ocupa la movilidad? La opinión de dos profesionales.

Por Marcos Pascua.

En algunas de las columnas anteriores hablamos de cómo se habían pensado las ciudades desde su concepción, con qué función y para qué tipo de personas y vehículos. Algunas de esas columnas fueron “El metro patrón de las ciudades”, “Espacio público para pocos”, además de compartir los informes realizados por el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad donde se analiza el rol de las mujeres en el espacio público, columna que no está mal repasar en la semana donde se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Hablando de columnas anteriores, aprovecho a comentarte que el próximo lunes 11 de diciembre a las 19:00 horas en el Centro Cultural Universitario de la ciudad de Olavarría (San Martín 1955), vamos a estar presentando el libro “Desafíos contemporáneos” que recopila los artículos publicados en este portal divididos en tres ejes: Seguridad Vial, Movilidad y Urbanismo. Es un proyecto que comenzamos a pensar en abril de este año, que fue realizado en forma autogestiva y que finalmente verá la luz en las próximas semanas. Si te interesa adquirir un ejemplar, podés acceder a la preventa haciendo click acá.

Ahora sí, volvemos al tema que nos convoca. Hoy vamos a hablar de Urbanismo con perspectiva de género: ¿qué es?, ¿cómo nos pueda ayudar a pensar la ciudad?, ¿qué rol ocupa la movilidad?

Para responder estas preguntas invitamos a participar a dos profesionales, ambas de la ciudad de Córdoba, Arq. Emilia Balacco y Mg. Ing. Civil Lucila Martinazzo.

Emilia Balacco, es arquitecta, militante feminista, integrante de la asociación civil cordobesa Juntas por el derecho a la ciudad y trabaja en el campo del urbanismo con perspectiva de género.

Lucila Martinazzo es Magíster Ingeniera Civil y docente/investigadora de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba (FCEFyN-UNC), y trabaja como consultora en temas de movilidad urbana, género y transporte sustentable.

Ambas fueron muy generosas con su tiempo y en el aporte de su experiencia en el tema para ayudar a entender de qué hablamos cuando hablamos de urbanismo con perspectiva de género.

¿Empezamos?

  • ¿Para quiénes y en función de qué se pensaron las ciudades?

Las primeras ciudades o urbes fueron creadas con fines diversos, desde fines religiosos, protección ante enfrentamientos (Cartagena, Colombia) y a partir de la revolución industrial se hicieron con fines más bien vinculados al trabajo en los centros de producción. Esta lógica se traslada hasta nuestros días y desde hace varias décadas los centros urbanos se planifican en función de las tareas productivas, es decir, de aquellas tareas remuneradas en el mercado laboral.

A partir de esto se desprenden dos situaciones, por un lado, la lógica impuesta por parte del automóvil desde el fordismo en la planificación urbana y, por otro lado, las ciudades fueron pensadas históricamente por varones que pertenecen a una determinada clase social, responden a un rango etario, son blancos, hegemónicos y heterosexuales.

Si a la hora de pensar en nuestras ciudades, en nuestros barrios, plazas y parques siempre participan los mismos actores, que responden a las mismas características o que viven de una forma determinada, los resultados de la planificación urbana serán sesgados y responderán a sus propias demandas y necesidades.

¿Qué pasa con el resto de las personas que habitamos la ciudad?

  • ¿Cómo fue cambiando el diseño y cómo afecta a quiénes vivimos hoy en la ciudad?

Las ciudades, a diferencia de lo que creemos, están en constante movimiento. Muchas veces se tiene la idea de que las ciudades son algo más estanco o pasivo, pero, al contrario, son dinámicas, están activas, se mueven, como quienes la habitan. Ante esto, es importante que las ciudades cuenten con un plan urbano que permita anticiparse y contemplar ese dinamismo.

Un ejemplo concreto es lo que sucedió con la pandemia, donde se manifestaron grandes impactos en nuestras ciudades, en los barrios y se modificaron los usos de los espacios públicos. ¿Quiénes eran los usuarios durante ese contexto de aislamiento? Y acá es importante volver a hablar de la heterogeneidad de nuestras urbes, porque si bien existe un conjunto de elementos físicos, tangibles que componen una ciudad, lo económico y lo simbólico, dentro de estos componentes y dimensiones, existen tantas realidades como personas.

El urbanismo feminista surge a partir de dar cuenta que el diseño urbano, históricamente, no contemplaba esas realidades y en parte las desconocía.

El urbanismo feminista cuestiona ese urbanismo androcéntrico y patriarcal que pone en el centro del diseño de las ciudades a un usuario único, varón, blanco, joven, de clase media, porque es innegable que, si se planifica para una sola realidad, el resto queda afuera. No es lo mismo recorrer o transitar la ciudad siendo un varón de 30 años a ser una mujer de 60. No es lo mismo circular solo en tu vehículo particular a utilizar el transporte público llevando a tus hijos a la escuela. Basta con salir y mirar la ciudad con mirada crítica, para darnos cuenta que las formas en las que se vienen pensando las ciudades no son para todas las personas que la habitan y esto impacta de manera directa en las autonomías de las personas.

  • ¿De qué hablamos cuando hablamos de urbanismo con perspectiva de género?

El urbanismo con perspectiva de género plantea otra forma de hacer ciudad. En primer lugar, ponen en el centro de la vida cotidiana, lo que sucede día a día en la vida de las personas que la habitan haciendo foco en las tareas reproductivas por sobre las productivas, pero también se piensa en la multiplicidad de usuarios. Muchas veces se critica que el urbanismo feminista es pensar que se hace ciudad para mujeres, eso es completamente erróneo, por el contrario, se piensa en un diseño urbano que contemple las realidades de todas las personas usuarias de la ciudad: infancias, personas mayores, personas con alguna discapacidad, varones, mujeres, disidencias sexogenéricas, como así también para aquellas personas que viven en áreas centrales como en las periferias.

Uno de los principales conceptos que toma el urbanismo feminista es el de proximidad y así nos lo cuenta Emilia. Jane Jacobs, en 1961, trajo ese concepto, reconociendo la importancia en la vida cotidiana de la proximidad de los servicios, a las infraestructuras, a los espacios públicos. Equipamiento urbano como escuelas, hospitales o plazas, próximos a lugares de trabajo modifica la vida de las personas, disminuye sus desplazamientos, genera apropiación del lugar, permite generar vínculos y permite formar comunidad.

Se pone en el centro la vida de las personas, de todas, para pensar en cómo hacer ciudad y se ponderan las tareas productivas o de cuidado por sobre las productivas o del trabajo remunerado. Porque han sido las mujeres (y lo siguen siendo) las cuidadoras universales, como lo define Ana Falú. Las mujeres en su rol impuesto de cuidadoras (no sólo en el ámbito familiar sino también barrial), han sido invisibilizadas en la planificación de las ciudades. Hasta hace algunos años se desconocía cómo una mujer cuidadora usaba la ciudad, cómo se desplazaba, en qué medios, qué espacios usaba y cómo.

  • ¿Cuáles son los puntos más sensibles del diseño de la ciudad que excluyen a las mujeres o minorías sexuales?

Es difícil pensar, por ejemplo, en un servicio de transporte público que se adapte a las necesidades de sus usuarios si quienes lo planifican no usan ese medio de transporte. Los modelos urbanos son de carácter androcéntrico, pensado para un usuario universal.

Las ciudades terminan siendo poco amigables o poco seguras ante esta realidad y por lo tanto resultan excluyentes para las personas mayores o para las infancias, pero también lo es para quien es usuario de silla de ruedas. La ciudad no es igual para una mujer pobre que vive en un barrio popular de la periferia que para que una mujer de clase media que vive en áreas centrales. Ni hablar si esa mujer es migrante, cuidadora, madre, con trabajo informal. A esto se le pueden sumar muchas otras condiciones o realidades, ser gay, trans, lesbiana.

La ciudad termina siendo hostil, poco segura, excluyente.

  • ¿Cómo sería una ciudad con perspectiva de género? ¿Sobre qué medidas se podría trabajar?

Diría que es una ciudad inclusiva, que incorpora en su planificación las realidades diversas de quienes la habitan. Para esto es importante contar con experiencias participativas, que incluyan las demandas. Desde “Juntas por el Derecho a la Ciudad” creemos además que es sumamente importante trabajar en articulación con otras organizaciones y espacios territoriales. Nosotras incluso somos una organización civil conformada por diferentes profesionales, que aportan miradas críticas desde puntos de vista diversos. Eso es clave para nuestra organización y por eso es que también nos interesa trabajar de manera abierta, participativa, incorporando experiencias situadas, reales de cada territorio, ya sea el barrio o la ciudad que nos permita aproximarnos a las demandas y necesidades específicas. Esto es central para nosotras como organización civil y sobre todo la articulación con el Estado, ya sea municipal, provincial o nacional.

  • ¿Qué medio de transporte usan con mayor frecuencia y cómo son los tipos de viajes que hacen, tantos hombres como mujeres?

La movilidad femenina se caracteriza en general por recorridos más complejos y fragmentados que los de los hombres. En general, las mujeres hacen más viajes cortos conectados, usan más el transporte público y andan a pie, y suelen tener más paradas. Muchos de los viajes de las mujeres son para acompañar a otras personas y/o llevando bultos. Además, las mujeres tienen menor acceso a tenencia de automóvil y licencias de conducir, teniendo en cuenta también que en aquellos hogares donde hay automóvil tienden a usarlo los hombres de la familia y no las mujeres (Levy, 2013). Estas características han sido documentadas en multiplicidad de trabajos (González Alvo & Czytajlo, 2022; Martinazzo, 2022; Col·lectiu Punt 6 et al. 2021; Moscoso et al., 2021; Steer et al., 2019; Jaimurzina et al., 2017; Galiani y Jaitman, 2016; Rozas y Salazar, 2015; Encuesta de Montevideo, 2016; BID, 2013; entre otros).

Cuando estos viajes son por motivos de mantenimiento del hogar y cuidado de dependientes se denomina movilidad del cuidado, término acuñado por Inés Sánchez de Madariaga (2009, 2010), que define al cuidado como aquellas tareas no remuneradas realizadas por personas adultas hacia menores de edad u otras personas dependientes, incluyendo las tareas relacionadas al cuidado del hogar.

Así, la movilidad de las mujeres se sale de la lógica productiva donde los viajes son pendulares y en general hogar-trabajo-hogar, lógica que se traduce en la planificación urbana y de transporte que sólo responde a ese tipo de viajes dejando de lado las tareas reproductivas.

Para lograr una movilidad inclusiva que tenga en cuenta las características de los viajes de las mujeres es necesaria una alta calidad en los servicios de transporte público, para que sean conectados, con una cantidad de servicios por hora aceptables, con amplitud de horarios y accesibles. Esto tiene que verse reflejado tanto en la operación como en la infraestructura de servicios, que además tiene que considerar tener espacios de cuidado de menores de edad e instalaciones sanitarias cómodas para las mujeres que acompañan dependientes.

Una alta calidad de infraestructura también debe proveerse en los espacios peatonales, ya que son las mujeres, y además las de menores ingresos, las que hacen uso más intensivo de estos espacios para sus viajes diarios.

Conclusión

Las ciudades en las que vivimos fueron pensadas principalmente con fines productivos, donde se prioriza o se piensa en función de un sujeto normado. Varones que pertenecen a una determinada clase social, que responden a un rango etario, blancos, hegemónicos y heterosexuales. Al pensar la ciudad de esta manera, se excluye al resto de las personas que se mueven por la vía pública.

El urbanismo con perspectiva de género tiene como objetivo pensar la ciudad, no solo para las mujeres, sino para todas las personas que se mueven en el espacio público, sin distinción de género, procedencia, ocupación y condición social. De esta búsqueda surge la necesidad de pensar en un mejor transporte público, con infraestructura y servicios de calidad.

Además, destacan la importancia del diseño de políticas públicas participativas con equipos interdisciplinarios, con el objetivo de pensar en una ciudad para todas las personas.

Nos volvemos a leer en unas semanas.