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Cada cosa en su lugar

Por Lucrecia Manso / @laranadespierta

 

En mi ecosistema todo está organizado bajo estrictos criterios. Cada cosa en su lugar. Desde allí todo clasificado. Jerarquizado. Lineal. Con instrucciones de cómo proceder. Nada de mezclas, fusiones, alteraciones. Mi movimiento altera, así que más vale que sea preciso y claro para todos. El movimiento de los demás altera mi organización.

 

Para cada cosa su etiqueta. Lo nuevo es negado si no se acomoda rápidamente. Solo sobrevive si presiona. Así podrá obtener su oblea, su permiso. Su certificación es un largo y costoso proceso. Hay quienes renuncian y se ubican en viejos casilleros.

 

Están quienes crean las casillas y quienes las habitan. Los hay que inventan los rótulos y quienes los compran.

 

Para cada situación se debe tomar una etiqueta y mostrarla al resto. Así dejamos a nuestro entorno tranquilo de que estamos en un lugar fijo. Aunque puede ser opuesto es al menos preciso y calma las ansiedades de quienes necesitan ubicar todo, cada cosa en su lugar.

 

La Rana me muestra su mundo de ondulaciones y movimiento constante. Flexible. Frío. Caluroso. Seco. Húmedo. Integrado. El sol y la luna lo organizan. El movimiento repetido de cada ciclo sin principio ni fin.

 

Sin casilleros se anda en todas las direcciones posibles. En una red. Red como tejen las arañas. Con laberintos y huequitos, con piedras que cubren otros mundos. Con tierra y agua. Con viento. Imposible perdurar sin que cambie todo. Las líneas no son rígidas y los refugios duran solo un tiempo. No se sale al mundo. Se está en el mundo.

 

La Rana me muestra su respiración que lo mueve todo. Allí se trata de observar, escuchar, sentir, respirar, moverse solo cuando es necesario. Crear el movimiento. Nadie juzga porque ese movimiento está contenido en la vida. No hay casilleros propios ni sobre habitados. No hay pedido de certificaciones porque no hay propietarios que deban reclamar que esto o aquello les pertenece.

 

El mundo de la rana es invisible a quien viaja con prisa. Pero si permaneces, si ajustas tu mirada puedes verlo todo. No es un secreto oculto. No es privilegio de pocos. Es simplemente este mundo creativo que vivimos. No le pertenece a nadie.

 

Estás en este mundo sostenido por una red maravillosa en la que no es necesario cortar, cercar, tensar, romper, apropiar y etiquetar. Confiar en el andar. Aunque seamos distintos al fin y al cabo cuando estamos por caer nos sostiene la misma red.

 

Las etiquetas se estropean, se pierden, se rompen. Pasan de moda. Dejan de valer. Nos separan y alejan. Nos tensan y violentan.

 

La Rana me regala ese instante donde no soy más que mi cuerpo respirando. Levanto una piedra y allí está. Un nuevo universo por observar. No tengo que intervenirlo siempre. Tal vez aprender a observar. A disfrutar de la vista sin tener que proclamar mí parcela.