Me preocupa inundarme
El cambio climático repercute en nuestras ciudades: graves consecuencias de las tormentas sobre zonas urbanas que no están preparadas para afrontar y no quedan exentas del alcance.
Por Marcos Pascua
Es martes, me llega una notificación al celular. Reviso, es el Servicio Meteorológico Nacional que me advierte que el próximo jueves va a llegar una tormenta fuerte. Es jueves, las probabilidades de que ocurra una tormenta fuerte se disipan, llueve muy poquito, pasa. El mismo jueves me llega otra notificación, otra alerta, esta vez es para el próximo sábado. Llega el sábado, comienza a llover de golpe muy fuerte, cae granizo, termina, pasa. No hay consecuencias graves. Una tormenta más.
En Olavarría, pasó el 13 de diciembre de 2023. En Bahía Blanca, el 16 de diciembre de 2023 y el 7 de marzo de 2025. Ahora, en todo el norte de la provincia de Buenos Aires estamos viendo las consecuencias de otra tormenta donde como sucedió en Bahía Blanca, cayó mucha cantidad de agua en muy poco tiempo, con foco en las ciudades de Zárate y Campana. Casas inundadas, calles anegadas, vehículos varados en las rutas.
En los estudios de opinión que hacen algunas consultoras, las principales preocupaciones de las personas encuestadas son la inseguridad, la situación económica y el desempleo. Es cierto que esas con las preocupaciones de una muestra pequeña de personas con la que se busca representar la realidad. Ellas eligen las situaciones que más le preocupan de un puñado de situaciones o tópicos.
Más atrás aparecen la pobreza, la inflación, los bajos salarios, el gobierno actual, el anterior, los políticos en general, los impuestos, la corrupción, etc. Bastante más lejos aparece la preocupación de la gente por la ausencia del Estado.
Entiendo que en esa elección hay cierta subjetividad, porque la elección se va a ver más influenciada por la realidad cotidiana de cada una de esas personas y mientras a mí en particular la ausencia del Estado me parece uno de los temas más relevantes, el 43% de los encuestados hacen foco en la inseguridad, la situación económica y el desempleo. Aunque paradójicamente, la acción del Estado tiene mucho peso en estas tres.
En este estudio de opinión no aparece un tema que empezó a preocuparme y que no parece tan ajeno a la realidad en los tiempos que corren. Hace un tiempo empecé a preocuparme, ante cada alerta de tormenta que recibo, por una inundación. Esta preocupación no es casual, a fines de 2023 una tormenta intensa sorprendió a Olavarría, a los pocos días otra tormenta de fuerte dejó graves consecuencias en Bahía Blanca, que volvió a ser el foco de las inundaciones en marzo de este año. Ayer, sucedió algo similar en el norte de la provincia de Buenos Aires.
Curiosamente, este tema también tiene que ver, como las otras variables, con el Estado. Un Estado que, hasta hace un tiempo, con todos los problemas que tenía, llegaba a atender a algunas de estas demandas relacionadas con el desarrollo de un país. Que, a pesar de sus contrataciones precarias, sus bajos salarios, presupuestos subejecutados, inflación, entre otras variables, lograba avanzar en desarrollos científicos, alertas meteorológicas y/o nuevos o mejores caminos. Un Estado que, si bien en materia de infraestructura siempre corre de atrás, hasta hace unos años por lo menos corría. Con el último cambio de gestión ya ni siquiera corre, tampoco camina. El desarrollo del país que necesitamos se ha frenado y estas situaciones, como las que estamos viendo en estos días serán cada vez más frecuentes y críticas.
Esto se ve reflejado básicamente en los siguientes puntos:
- Negación del cambio climático;
- Paralización de la obra pública;
- Falta de planificación;
- El ajuste en organismos del Estado;
Negación del cambio climático
El cambio climático no es algo que va a pasarnos a futuro, el cambio climático es algo que está ocurriendo actualmente y que inevitablemente va a seguir estando presente en nuestra cotidianeidad. Las posibilidades de mitigar las consecuencias del clima se verán reducidas cuanto más tardemos en accionar en este sentido. Y aunque cada vez son más las muestras de que el cambio climático es una realidad, todavía hay gente que lo niega y otra que no lo niega, pero que tampoco toma cartas en el asunto.
¿Es un problema que mi tía Andrea niegue el cambio climático? No. ¿Es un problema que el presidente de un país niegue el cambio climático? Sí. Tormentas cada vez más intensas en un corto período de tiempo, incendios descontrolados, eventos climáticos extremos, temperaturas anormales como unos módicos 25°C en pleno mayo en el sur del mundo. Y, sin embargo, aún con toda esta evidencia, la política local y mundial no parece estar obrando en este sentido.
Tampoco parece importarle a la mayoría de la sociedad que decidió optar por un dirigente político que en campaña dijo que el cambio climático es un ciclo natural.
Ahora, reconocer el cambio climático ¿es condición suficiente? Claro que no. Se hace necesario invertir en investigación, en obras públicas y en el desarrollo de un Servicio Meteorológico Nacional que pueda enfrentar los nuevos desafíos climáticos.
Paralización de la obra pública
Olavarría es una ciudad que provee los insumos para las obras públicas como cemento, cal, arena, hormigón. Cuando la obra pública se resiente o directamente se paraliza, la ciudad se ve afectada. ¿Qué voy a decir yo que Olavarría no sepa? No solo la ciudad ha sufridos despidos en la industria de la construcción, sino que además sufre en carne propia la paralización de la obra pública. Tal vez el caso más emblemático es la paralización de una de las obras más demandadas en la ciudad, el puente aéreo en el cruce del acceso a Sierras Bayas con la ruta 226 que se había comenzado a construir en 2023 y del cual solo quedaron las columnas.
Lamentablemente, hay obras que por su envergadura solo pueden ser financiadas por el Estado Nacional, a pesar de que haya proyectos de ordenanza presentados por concejales afines al gobierno nacional para que el municipio en conjunto con las empresas locales reactive la obra pública. El puente aéreo proyectado para el peligroso cruce, contaba con un presupuesto para el año 2023 de 650 millones de pesos, lo que representaba en el mismo año un 4% del presupuesto municipal.
Según la comisión de obras públicas de la Cámara de Diputados a abril de 2025 los números son los siguientes:
- 3500 proyectos inconclusos;
- 1400 empresas de construcción afectadas;
- 000 empleos directos afectados.
Según el monitor del gobierno de la provincia de Buenos Aires en el territorio bonaerense:
- Salud: 16 obras paralizadas;
- Educación: 16 obras frenadas;
- Agua y cloacas: 293 obras inconclusas;
- Centros de Desarrollo Infantil: 56;
- Seguridad: 10;
- Obras viales: 119;
- Obras hidráulicas: 17;
- Edificios públicos: 46.
Falta de planificación
Como lo urgente no deja tiempo para lo importante, en la realidad de nuestro país donde parece que estamos en un loop de discutir las mismas cosas, que a propósito son las que se vieron reflejadas en el estudio de opinión como la inseguridad, la situación económica y el desempleo, se hace muy difícil proyectar a futuro o pensar en el largo plazo si siempre estamos intentando resolver las mismas cosas o si los recursos públicos hay que dedicarlos a otras cuestiones que no se ven reflejada en el desarrollo del país, como pagar endeudamientos eternos con el Fondo Monetario Internacional.
Cómo podemos pensar en el largo plazo si en cada cambio de gobierno, el nuevo jefe de Estado barre con lo que hizo el anterior.
Cómo podemos pensar en el largo plazo, si el Estado no cumple con los contratos asumidos por la gestión anterior.
Cómo podemos pensar en el largo plazo, si cada proceso político deja la pobreza en un escalón más alto que el proceso anterior.
Cómo vamos a planificar a largo plazo, si el Estado decide reducir el presupuesto y la planta de trabajadores del Servicio Meteorológico Nacional, el CONICET y Vialidad Nacional.
Pero no es solo responsabilidad de la gestión nacional actual, en el caso de Bahía Blanca, lo que sucedió en marzo de este año fue advertido, ¿por quién? Justamente, un grupo de investigadoras de la UTN Bahía Blanca, que además hacen hincapié no solo en el cambio climático, sino también en “la urbanización descontrolada, la acumulación de residuos y la falta de mantenimiento en sistemas de drenaje.” Todos puntos que le competen en su totalidad a los gobiernos municipales. Se necesitará de una mesa interdisciplinaria de profesionales, asociaciones civiles y representantes del Estado en todos sus niveles para poder analizar los desafíos que tienen las ciudades y pensar en una planificación a futuro que permite responder a estas demandas.
El ajuste en los organismos del Estado
A fines de marzo del 2024 el gobierno nacional decidió despedir a 73 empleados del Servicio Meteorológico Nacional contratados en forma precaria por las gestiones anteriores. En el mismo momento en Vialidad Nacional fueron despedidas 160 personas en todo el país, muchas de ellas también contratadas en forma precaria por gestiones anteriores. Y el organismo estatal que se encarga de la investigación y de encontrar soluciones a problemas como el cambio climático, hoy cuenta con 1300 trabajadores menos que en 2023.
A este ajuste hay que sumarle el congelamiento de salarios, el congelamiento y la mínima ejecución de los presupuestos y en el caso de Vialidad Nacional, las deudas que se conservan del Estado con las empresas que ejecutaron obras públicas hasta el año 2023.
Llegaron para quedarse
Así es, el cambio climático está repercutiendo en nuestras ciudades. Ayer fue Olavarría o Bahía Blanca, hoy es Zárate, Campana o Arrecifes. Ninguna ciudad está exenta de pasar por una situación similar. Las ciudades no están preparadas para afrontar con solvencia este tipo de tormentas, sus obras hídricas están pensadas para otro contexto climático, donde los eventos no tenían características de mucha cantidad de agua en poco tiempo.
A esto se le suma que las ciudades cuentan con menor superficie de infiltración que hace 70 años, la urbanización llevó a que donde antes había un terreno baldío que absorbía un porcentaje importante del agua de lluvia que caía, hoy exista una vivienda, una calle o una ruta. El agua que se infiltra en la superficie es menos que la de hace un tiempo atrás.
Y si bien, claro que antes las ciudades también se inundaban, estamos en un momento donde estos eventos están pasando cada vez con más frecuencia. Es un momento donde necesitamos más que nunca de un Estado presente en la planificación de sus ciudades, en la investigación de las causas de estos fenómenos, en la investigación de cómo mitigar las consecuencias del cambio climático y en la proyección y ejecución de obra pública.
Porque veo que las ciudades no están preparadas pasa soportar estas lluvias, porque no veo a la política preocupada por el cambio climático, porque el Estado decidió ausentarse y desinvertir en todos los organismos estatales que pueden trabajar en morigerar las consecuencias de un evento extremo, por todo eso, ante cada alerta meteorológico me preocupa inundarme.