Te mostramos cómo Verdear genera panes de césped de alta calidad en Olavarría
De una idea a un encuentro casual: Verdear es un emprendimiento que lleva siete años y una inmensa reputación en clientes, paisajistas y arquitectos. Un año de trabajo, de la raíz al traslado del césped por toda la región.
El ingeniero agrónomo Rafael Baldi iba en su auto sabiendo que necesitaba un cambio de aire. Tenía una idea, pero le faltaban elementos para ejecutarla. El desafío era grande: un emprendimiento de producción de césped. Mientras manejaba, vio en el camino a una mujer en el piso. Se había caído. Tras socorrerla, descubrió que era Mari, la dueña de una chacra en Alberdi y Las Heras que no explotaba y que “si alguien le interesaba, podía alquilarla”. Las vueltas de la vida.
Así terminó de nacer Verdear, un emprendimiento de producción de césped natural de alta calidad en Olavarría, que lleva 7 años de aprendizaje, de crecimiento y de muy buenos resultados: un trabajo de excelencia, base para cualquiera que quiera instalar césped en su casa, pero también para paisajistas y arquitectos. Para lograr un verde que no se ve en todos lados.
Con todos esos condimentos, decidimos mostrar cómo es el proceso –tan simple y complejo a la vez- de producir césped natural en panes. Desde la semilla hasta la cosecha. De Olavarría para toda la zona centro/sur de la Provincia de Buenos Aires.
En la chacra que dio inicio a esta historia –y la de Verdear hace 7 años- Baldi contó el intenso proceso de trabajo: de la primera semilla a la última cosecha. Las cuatro estaciones, el cuidado y el seguimiento para lograr un resultado óptimo.
Trabajan cuatro personas en el lugar. Además, se suman de manera permanente proveedores y prestadores de servicios que trabajan al ritmo de la naturaleza durante un año calendario para que la semilla crezca y se pueda realizar la cosecha.
¿Cómo es el año calendario? Se divide en lotes: en el mes cero se hace el relleno con “subproductos de pollos, gallinas y caballos” que “sirve de fertilizante para incorporar al suelo, compostarlo y dejarlo entre unos 7 y 8 meses estacionado para lograr instalar una variedad de césped en el cual estamos fertilizando, cortándolo, regándolo, sacándole hasta la última maleza” y sobretodo “dándole amor, porque es una cuestión de mirarlo todos los días, ver el crecimiento, si viene bien, si tiene hongos, si apareció un bichito, todo para que al momento que se termina ese proceso de compostaje lleguemos al siguiente escalón que es la re siembra”.
Es un trabajo que requiere paciencia, y que tuvo un primer año de especial paciencia: ensayo, seguimiento y prestar atención a cada detalle para generar la rotación que permita contar con césped todo el año. Eso, hoy, es algo “habitual”.
¿Cuál es la clave? Producir raíces, no césped. “Con una buena raíz logramos el césped que buscamos” indicó el ingeniero.
En el mes 9 de aquel relleno para producir el compostaje de fertilizante “tenemos una variedad implantada de cuatro estaciones, y al mes 11 hacemos la cosecha de ese lote”.
¿Cómo es esa cosecha? De las máquinas que requieren un gran trabajo de fuerza, a la incorporación de tecnología. Rafael la denomina “máquina sacapanes” que son máquinas con cuchillas y un sistema que permite “cortar” el césped al menos 3cm debajo de la tierra, y genera los panes de 40cm por 62cm. De ahí, a los pallets, a un camión, adonde el cliente decida.
Incluso, hasta para casamientos: “dos días antes nos avisaron que necesitaban plantar césped”. El trabajo fue tan arduo, que “estábamos terminando de instalar y estaban llegando los novios” cuenta entre risas Rafael.
Y así pasaron los años. Las siembras, las cosechas, los imprevistos y las soluciones. Los clientes. Las alegrías y el crecimiento. Sostenido. De particulares a paisajistas. Todos, en algo unánime, coinciden en que el césped es de altísima calidad. Tanto, que cuando se cruzan la camioneta de Verdear con panes en su caja, transeúntes le preguntan si es de verdad o es sintético. “Es como tocar el cielo con las manos” dice Rafael. Nosotros agregamos: tocar ese césped es como tocar una nube. O el cielo con las manos.