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¿Qué leer este finde?: libros prohibidos

En un nuevo capítulo de la libertad de censurar, les recomiendo explorar Cometierra, de Dolores Reyes. Un libro que conmueve.


Yesica Guevara / del staff de Central de Noticias

La Fundación Dr. Natalio Morelli denunció al director General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni por distribuir en escuelas libros que “incluyen contenido sexual explícito”. Incluso, en Olavarría, el Honorable Concejo Deliberante votó por mayoría un proyecto de comunicación expresando su repudio. Contó con los votos de los concejales libertarios, del Pro y del radicalismo.

Cometierra, de Dolores Reyes, es uno de los libros “pornográficos” que figuran en la denuncia pública que hizo esta Fundación y por el que incluso la vicepresidenta de la nación Victoria Villarruel criticó al gobernador Axel Kicillof.

¿De qué habla Cometierra?

“-Los muertos no ranchan donde los vivos. Tenés que entender.
-No importa. Mamá se guarda acá, en mi casa, en la tierra.
-Aflojá de una vez. Todos te esperan.
Si no me escuchan, trago tierra”.

Así empieza la primera novela de Dolores Reyes publicada por la editorial Sigilo en 2019. Una joven come tierra, ve desaparecidas, asesinadas, ve a las muertas, a las enterradas bajo toneladas de tierra. Ve a su madre víctima de femicidio. Ve y siente. El olor, la basura, el dolor. Hay un costo corporal en el “don” que le fue dado.

“Me llenaba la lengua, cerraba la boca y trataba de tragar. Sentía que la tierra pasaba de ser una cosa en mi mano a ser algo vivo, tierra amiga en mí, y seguía comiendo”.

Cometierra está narrada en primera persona, con un lenguaje directo y equilibra lo oscuro con la vitalidad de sus personajes. La cumbia, las birras, la play, el boliche, los amigos y las ausencias. La voz de Cometierra nos atrapa desde la primera página. Hay una búsqueda no solo de cuerpos, sino también de identidad.

Leí este libro en 2020, regalo de una amiga. Lo que menos recuerdo es la escena de sexo que describe. Cometierra no es un novela ni erótica, ni pornográfica.

A la policía de la moral le preocupa que contenga palabras como pija, culo o tetas. La policía de la moral considera que los adolescentes no pueden, no deben, no tienen la capacidad de leer un texto que contenga una escena de sexo, de placer. Qué dilema el goce, recomiendo el análisis lacaniano en terapia.

Sin embargo, y dato curioso, la policía de la moral no se mostró horrorizada por las desapariciones que menciona el libro. Ni por las víctimas de femicidio. Ni por la pobreza en la que están sumergidos esos adolescentes.

La policía de la moral tampoco se mostró conmovida por la ternura que recorre a esos personajes despojados de muchas cosas, en las márgenes, expuestos, vulnerables.

Tampoco les llamó la atención que la obra esté dedicada “a la memoria de Melina Romero y Araceli Ramos. A las víctimas de femicidio, a sus sobrevivientes”. Mientras escribo esto, en este preciso instante, en todos los noticieros se habla de otro femicidio. El cuerpo de Sofía Delgado, una joven de 20 años, fue encontrado atado de pies y manos, envuelto en aislante térmico y dentro de una bolsa en un camino rural en una localidad de Santa Fe.

Sobre la violencia de género, los femicidios en barrios vulnerables, el cuerpo de la mujer como basura, y la ausencia del Estado y la Justicia, de eso habla el libro. Pero mejor, nos seguimos escandalizando por leer pija o culo.

La lista negra

Dentro de los libros denunciados se encuentran otros textos, curiosamente (es chiste, porque para nada es casualidad) la mayoría escritos por mujeres. Aparecen, por ejemplo, Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara; Las primas, de Aurora Venturini; Si no fuera tan niña. Memorias de la violencia, de Sol Fantín; Piedra, papel o tijera, de Inés Garland; Donde no hago pie, de Belén López Peiró; Berazachussetts, de Leandro Ávalos Blacha y Graymoor de Sebastián Vargas, por nombrar solo algunos.

Todos ellos forman parte de la Colección Identidades Bonaerenses. Son libros de lectura opcional, que no están destinados a ser leídos directamente por los estudiantes, ya que no están incluidos en la currícula, sino que están pensados para las bibliotecas de instituciones educativas, tanto del nivel Secundario como Superior, y también para bibliotecas populares y municipales.

En fin, como dijo Stephen King luego de que 23 de sus libros fueran prohibidos en bibliotecas escolares de Florida, Estados Unidos: “Lo he dicho antes y lo diré de nuevo: cuando los libros están prohibidos en las bibliotecas escolares, corran a su biblioteca pública o a la librería más cercana y lean lo que sus mayores no quieren que sepan”.

Pueden encontrar más recomendaciones de libros (muchos de los incluídos en la lista negra) en Qué leiste hoy.