Maternidades
En el Día de la Madre entrevistamos a Daniela Iarritu y Rita D´Orazio. Dos tránsitos completamente distintos de la maternidad. Daniela adoptó a Agustín hace 11 años, cuando él tenía 9 años y medio. Rita es la mamá de Salvador, quien nació en 2016 con síndrome de down. Desafíos, aprendizaje diario, dificultades, la importancia del acompañamiento.
¿Qué le dirías a alguien que está pensando en adoptar? “Que sí, que lo haga. Que es maravilloso. Es un cambio de cabeza. Muchas veces venimos seteados con que tenemos que tener un hijo biológico, y no, es otra realidad. Y hay tantos niños y adolescentes esperando una familia. ¿Y por qué no? Es súper legítimo ser papá o mamá de la manera en que se pueda y que se quiera, y poder construir una familia desde otro lado” dijo Daniela Iarritu.
¿Qué es lo más lindo de ser la mamá de Salvador? “Todo. El día a día. Y empujarme a mí a ver hasta dónde puedo llegar con él. Eso es lo más lindo. Sin romantizar la discapacidad, son personas como cualquier otra, con otro tiempo y otros desafíos. Pero es su amor, son sus logros, verlo alcanzar cosas. Verlo romper barreras, desafiarse a él. Eso es lo más lindo que tengo. Y tenerlo a él. Obviamente uno piensa en el después, en el mañana. Como mamá hay otros miedos en ese sentido” respondió Rita D´Orazio.
En el Día de la Madre sus palabras describen dos tránsitos completamente distintos de la maternidad. Daniela adoptó a Agustín hace 11 años, cuando él tenía 9 años y medio. Rita es la mamá de Salvador, quien nació en 2016 con síndrome de down, un diagnóstico que le conformaron unos meses después. Las dos hablan de desafíos, del aprendizaje diario, de las dificultades, de la importancia del acompañamiento. Les cambió la vida.
Una elección mutua
Daniela se anotó en el Juzgado de Familia de Olavarría para ingresar al listado de adoptantes y muy poco después le avisaron de la posibilidad de conocer a Agustín. “En mi caso el proceso legal fue solo, me tocó un tiempo muy positivo. Había un fantasma de que no se podía. Nunca lo pasé” contó.
“Ser la mamá de Agustín es un aprendizaje diario. Siempre ser mamá es un aprendizaje diario. Nadie tiene la receta de cómo ser mamá. Agus es un ser muy bueno, con mucha luz, que tiene cosas que resolver y con qué amigarse de su pasado. Pero es una persona muy especial” contó sobre su hijo.
Faltaban 10 días para el Día de la Madre de 2013 cuando le avisaron que existía Agustín. “Me hicieron una entrevista más y después fui al hogar a conocerlo. Y a él también le dijeron que había posiblemente una mamá, que era soltera y le preguntaron si le interesaba. Fuimos a caminar por el parque y a tomar un helado el primer día. Y así empezamos de a poco a vincularnos. Tres veces por semana, después todas las semanas, después un fin de semana, después un viaje a Mar del Plata a conocer a mi familia. En ese momento fue super agradable y ayudó muchísimo. Los hogares en ese momento funcionaban muy bien, con mucha contención. Había gente con la que se podía contar mucho”.
En ese punto Daniela destacó que la maternidad de un niño adoptivo “es una elección mutua”. Señaló que “Agus era un nene que venía de una historia, como todos los nenes que está en proceso de adopción, de una historia re difícil y estaba viendo si al fin este es el lugar o no. Al principio fue muy difícil”. Y también valoró como positivo que el proceso de adopción contempla la opinión de los chicos: “si el nene dice que no, es no. No hay negociación y eso es muy sano. Ellos pueden decir que no, no tienen que decir que sí a cualquier cosa”.
¿Qué trajo Agustín a tu vida? “Un descentramiento de mi vida. Mi vida era yo, mi casa, mi trabajo. Y fue correrse a un costadito y crear un vínculo con alguien que ya tiene un pasado importante y que tiene mucho registro de ese pasado. No es lo mismo un bebé, el desafío es distino a un nene de 9 años y medio que lo que primero que te dice es “¿sabés por qué estoy en un hogar?” y te cuenta su historia con una complejidad y una noción de la realidad muy particular. Entonces fue construir un vínculo entre personas que tenían un pasado y expectativas, y conocerse, conocer nuestros límites, nuestros afectos”.
Los desafíos en estos 11 años han sido “los propios juicios a priori que uno tiene. Yo pensé que mi cabeza era super abierta y me descubrí como volviendo a resetearme. Uno quiere que su hijo sea de determinada manera, y no. Un hijo va a ser como quiera ser él. El desapego y el entender que uno da lo que puede y lo que tiene, y el otro hace lo que puede con eso. Creo que es lo que pasa a cualquier hijo”. El ejemplo es contundente: “soy docente. Todos mis alumnos saben las tablas, Agustín nunca las aprendió de memoria. No hubo manera. Poder entender eso fue todo un proceso para mí. Cómo yo que soy docente tenía un hijo que no sabía las tablas, o que no sabía de historia”.
¿Qué trataste de enseñarle a Agustín? “Que se quede con lo bueno y con lo que le sirve. Él tiene mucho que rescatar de su pasado. En el hogar le habían dicho, con mucha razón, que sus papás no lo dejaron porque quisieron sino porque no pudieron tenerlo. Es una historia muy triste. Él vino con esa historia bastante resuelta, aunque después fue cambiando. Yo le digo que todos hacemos lo que podemos. Nadie hace lo que quiere. La familia somos nosotros porque lo elegimos y él nos eligió, pero si un día quiere estar en contacto, conocer a su familia biológica, está bien. Él sabe que con nosotros, su familia, cuenta. Ha pasado momentos muy feos y difíciles, y ahora está bien. Ahora vive con su pareja hace unos meses, quema etapas muy rápido” cerró entre risas.
Otras prioridades y otro orden
Rita D´Orazio tiene tres hijos, el más chico es Salvador y no es un nombre cualquiera. “En el momento en que nació fue amor, porque es el nacimiento de tu hijo. Como cualquiera de mis hijos. Yo tengo dos hijos más grandes y esa parte la había transitado. Después fue todo raro porque la manera de comunicarlo no fue la mejor en ese momento. Afortunadamente hay una Ley de Diagnóstico Humanizado y eso hace que los profesionales y el entorno se preparen de otra manera para comunicarlo a la familia. Pero en el momento fue como verlo y decir ´qué onda, qué hago ahora, qué voy a hacer´”.
Nació con una discapacidad que conlleva también una serie de problemas, muchos de los cuales hubo que descubrirlos en el camino. “La discapacidad en sí es un desafío constante. Tenés que poner tiempo, mucho cuerpo, tener que rebuscarte y buscar herramientas todo el tiempo. Como la maternidad en sí, pero puntualmente este camino requiere un poquito más de esfuerzo. Sí te puedo hablar de que el primer año para mí fue crucial, porque es el primer año donde tenemos que descartar un montón de complicaciones que vienen con el síndrome de down o con la trisomía 21. Fue de mucho miedo”. Rita encaró el camino y mientras tanto tenía que ver cómo seguir.
Ya era mamá, pero ahora había mucho de nuevo. “La maternidad te cambia la vida, las prioridades, el orden. Pero la maternidad de un niño con síndrome de down te acomoda un poco más la cabeza y dónde estás parado en la vida. No me gusta romantizar la discapacidad, esto de que son angelitos o tienen más amor. Está bueno desmitificar estas cuestiones de ´por algo te eligió´. Yo digo que me tocó porque me tocó, pero sí te acomoda la cabeza” remarcó Rita.
Lo que a veces pasa desapercibido se convierte en un hito: “que camine, uno lo festeja siempre, con cualquier hijo, pero acá es con más énfasis. Cuando dice una palabra, logra contar, caminar o gatear. Esos pequeños logros son tremendamente significativos. Entonces te acomoda, y nos acomodó a toda la familia. Salvador, no en vano fue puesto ese nombre”.
¿Qué le decís a una mamá que está en ese momento del embarazo en que se hace el estudio que le dice que su hijo tiene una discapacidad? “Que no se aísle. A veces uno tiende a retraerse, que no está sola, que busque ayuda en referentes, otros padres, en otras familias, en profesionales. Que va a costar un poquito más pero va a estar buenísimo porque está lleno de desafíos. Que a veces se va a cansar un poco más pero es una experiencia que está buenísima. Que busque información, que no todos los caminos son iguales, y ella va a hacer su propio camino, pero que lo haga sin miedo”.