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Columna invertebrada: un tren de regreso al pasado

El museo de novedades, el negocio de la nostalgia, la delgadísima línea que separa los recuerdos felices del horror.


Francisco Ferrari */ especial para Central de Noticias

 

Oasis. Yuyito González. Los Piojos. Domingo Cavallo. Ticket. Facón. El aire menemista. El furor por el pádel. Los parripollos. Las segundas marcas. La promesa privatizadora como solución a todos los males. Las terceras marcas.

 

Cazuza, que paradójicamente murió en 1990 y no llegó a conocer los encantos de la década dorada, fue quien dejó una de las definiciones más brillantes y certeras en su canción O Tempo Nao Para. Yo veo al futuro repetir el pasado, veo un museo de grandes novedades.

 

Y tu cabeza está llena de ratas / Te compraste las acciones de esta farsa / Y el tiempo no para / Yo veo el futuro repetir el pasado / Veo un museo de grandes novedades / Y el tiempo no para, no para, no.

 

En la Argentina la popularizó Gustavo Cordera con la Bersuit, que estuvo cancelado un tiempo pero también vuelve.

 

Es extraña la sensación pero los mismos que te alentaban a mirar hacia adelante y así dejar definitivamente atrás las ataduras del pasado que nos condenaron en lo individual y lo colectivo a tanta mishiadura, son los mismos que a poco de andar te suben a la fuerza al tren de regreso al pasado, a los 90 esencialmente.

 

Y más atrás también. Porque también vuelven los dinosaurios, que no desaparecieron y ahora reciben visitas en tours. Y vuelven los enamorados del modelo agroexportador que hizo tan grande a la Argentina.

 

La trampa tal vez esté en el combo, en la delgadísima línea que separa los recuerdos felices del horror. Pero si comprás una, te llevás las dos.

 

Por eso a la nostalgia muchas veces es mejor dejarla en eso, en simple nostalgia. A veces es difícil eludir la tentación de querer volver a ciertos lugares o situaciones que ya no están y que en su momento nos produjeron felicidad. O mejor dicho que hoy en el recuerdo nos imaginamos como personas por entonces felices, que no es lo mismo que efectivamente lo hayamos sido.

 

Como tantas terapias alternativas y el soltar / fluir / triunfar de los espirichantas, la nostalgia también puede transformarse en un gran negocio para algunos. Si unos te venden un futuro liberado de las cargas y ataduras que hoy te hunden, los otros te venden pasado feliz como zanahoria eterna e inalcanzable. Negocios redondos, ambos, a los dos polos los vas a perseguir toda la puta vida sin llegar siquiera a arrimarte.

 

Como quienes intentan ganarle al tiempo y se entregan a cirujanos plásticos para que las devuelvan con un pase mágico a su adolescencia. Y allí van, con las caras hinchadas calcadas, las tetas y la cola dura en medio de sus pieles de lagarto y sus huesos cansados y destartalados. Mucho más parecidos a la decadencia y al ridículo que el rejuvenecer.

 

La cara me la puedo planchar como cualquiera, pero mi historia no. Y cada arruga que tengo es un amor, un dolor, un orgasmo, un duelo, una felicidad ¿Cómo los voy a borrar? Chunchuna Villafañe le respondió más o menos así a un periodista que le decía qué mujer hermosa había sido y que aún era a pesar de no someterse a los tratamientos estéticos de otras de su edad.

 

Y no encontré un remate más contundente que ese para la columna de hoy.

 

*Periodista, escritor, conductor de Radioaficionados.