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De las aulas de la FIO a conocer cómo se fabrican harinas que llegan hasta África

Cuatro estudiantes y una docente de la licenciatura en Tecnología de los Alimentos en la FIO cuentan en detalle en qué consistió la visita a Molino Olavarría, empresa que elabora productos de exportación.


Algunas prefieren instalarse en la “cocina” de una industria para monitorear el proceso productivo. Otras se inclinan más por las pruebas de calidad y microbiológicas pero están las que quieren hacer ciencia e investigar. Las cuatro transitan el último tramo de la licenciatura en Tecnología de los Alimentos en la FIO y destacan la posibilidad de cotejar cómo lo aprendido en aulas y laboratorios se aplica en la realidad. La visita a Molino Olavarría, que se concretó hace unas semanas, es un ejemplo tan válido como estimulante.

La propuesta es parte de la agenda anual y surge del cronograma planteado por la asignatura Tecnología y Calidad de Cereales y Oleaginosas y Productos derivados, que se dicta en cuarto año. “Es una visita que se viene realizando desde hace años” y tras la pausa impuesta por la pandemia “este año se retomó”, cuenta la docente responsable Dra. Marianela Capitani, que encabezó la delegación junto con la coordinadora de la carrera, Dra. Luisa Franchi.

La recorrida se realizó junto con el jefe de planta Carlos Tolosa y la responsable del Laboratorio Lic. Guadalupe Núñez, ambos “muy amables nos explicaron las actividades de la empresa”, destaca la docente cuyo objetivo es que cada estudiante “relacione conceptos teóricos referidos a la molienda seca del trigo por ser un cultivo de gran impacto regional”.

En esta industria del PIO, productora y exportadora de harinas para consumo humano, subproductos y alpiste, conocieron las etapas de producción desde que el molino recibe el grano con el visteo, clasificación, limpieza, acondicionamiento hasta la obtención de la harina y su envasado.

Además estuvieron en el Laboratorio, que dispone de distintos equipamientos utilizados para realizar “análisis de calidad a la harina obtenida, color, contenido de gluten en Glutomatic y fuerza panadera en Alveografo, entre otros. También cuentan con una panadería donde elaboran pan para comprobar el desempeño de la harina en un proceso real como la planificación. Cuenta con amasadoras, armadoras de pan, fermentadora y horno”, detalla la Dra. Capitani.

Ir a la “cocina”

El 30% de la producción de Molino Olavarría tiene como destino Brasil, Bolivia, a través de la Federación Argentina de la Industria Molinera con Angola, Venezuela y Cuba. “Cambia mucho la perspectiva de como es realmente el proceso ya sea de la obtención de una pasta o el cuidado de los granos para después obtener harina. Es importante que lo visto en clase también pueda verse plasmado en la realidad”, comenta Camila Vitale, que eligió la carrera a partir del test vocacional de la FIO.

Oriana Buiese coincide. “Me sirvió para relacionar todo lo que vimos en las clases, tener una imagen más real enriquece los conocimientos. Además en el molino pudimos ver cómo se realizan ciertas determinaciones en el laboratorio con muestras y entender lo que habíamos visto solo con fotos”, señala la joven de Pergamino.

Ver cómo es la “cocina” de una industria, comprobar funciona y “relacionarnos con profesionales del área y hacerles preguntas técnicas es una forma más de aprender. Todo lo que observamos en las visitas estuvo relacionado con la teoría”, destaca Sol Faure, ahora con información extra sobre la producción de harinas de trigo.

La antesala de esta visita fue conocer, puertas adentro, la fábrica de pastas AITALA. Ambas experiencias resultaron “muy enriquecedoras y me permitieron tener una mejor visualización de los procesos vistos en la carrera. En Molino Olavarría fue muy interesante observar los análisis que le realizan a la harina, los métodos y el equipamiento que utilizan”, señala Selene Urbina Ayalef, de 27 años.

En industrias o laboratorios


“Me interesa que algo tan simple como un alimento requiera tanto cuidado, control y análisis para darle al consumidor algo seguro pero que también guste”, observa Camila Vitale, luego de recorrer esta empresa que tiene certificación BPM (Buenas Prácticas de Manufactura) mediante un convenio entre el INTI y la FIO. A futuro, se proyecta en el ámbito industrial dispuesta a “conocer el proceso productivo, ver cómo cada operación de proceso se lleva a cabo”.

En el caso de Oriana Buiese, admite que el interés por la química y la biología data del secundario pero “nunca había escuchado sobre su relación con los alimentos”. Por eso, a la hora de sortear las dificultades para irse a estudiar, encontró la Tecnicatura en Alimentos dentro del menú de la FIO y sintió que era la mejor opción. En el mediano plazo, optaría por estar en “una empresa o en un laboratorio de análisis de calidad o de procesos”.

“Cuando estaba en la secundaría quería trabajar en Bromatología y conocí esta carrera cuando hice el proyecto ´Puente Educativo´, en el Museo de Ciencias. Ahora me gusta más el ambiente industrial y privado”, plantea Sol Faure.

En su mapa intereses aparece el “análisis de parámetros de calidad de los alimentos y la microbiología” aunque también “la formulación de envases y aditivos químicos”. Pero dice que también le gustaría “investigar y estar en la facultad, así que estoy muy abierta a las oportunidades que se me presenten”.

Selene Urbina estudiaba los sábados Cocina en Tandil pero quería sumar una carrera afín durante la semana y en esa búsqueda se decidió por esta carrera que descubrió en la página de UNICEN. “Lo que más me interesa son los análisis que se le realizan a los alimentos y las estrategias que se pueden implementar para obtener un producto inocuo y más saludable”, enfatiza. No descarta dedicarse a la ciencia o trabajar en alguna empresa relacionada al procesamiento de productos de origen vegetal.

“Quedaron muy conformes con la visita porque no solo pudieron ver los equipos sino también realizar determinaciones, lo cual permite fijar aún más los conceptos teóricos”, valora la Dra. Marianela Capitani. “Como docente de la asignatura estoy muy agradecida con la empresa por abrirnos sus puertas nuevamente” y de ese modo “permitir que los alumnos se acerquen a uno de sus posibles roles como futuros profesionales del área de la Tecnología de los Alimentos”, concluye, dispuesta a sostener la propuesta dentro de su “menú” académico.

Prensa Facultad de Ingeniería de Olavarría.