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En bicicleta al pueblo de su papá por una promesa: emoción en Blanca Grande

Jésica y Carla regresaron después de más 30 años. Pedalearon por las mismas calles donde crecieron sus abuelos, su padre y su tía. La experiencia superó todas sus expectativas.


Desde que eran muy chicas, Jésica y Carla Recio escuchaban las historias de su papá sobre su infancia en Blanca Grande. Cada verano iban a la casa de sus abuelos y sus tíos, dejaban la vida de ciudad y caminaban cada cuadra admiradas por los paisajes y la tranquilidad. Desde hacía al menos 30 años no habían vuelto a pasar por allí.

 

El día en que se llevaron a cabo las PASO, supieron que la escuela rural en la que estudió su padre iba a estar abierta, y decidieron cumplir la promesa que le habían hecho: volver a pasar por el colegio. La bienvenida que les dieron fue increíble, y superó todas sus expectativas. “Éramos la gran noticia para los 74 habitantes, ver pedalear a alguien fue todo un acontecimiento, y nos ofrecieron todo lo que tenían a su disposición” contaron.

 

A las 10 de la mañana fueron a votar en una escuela de Olavarría donde Jésica da clases -es docente de educación secundaria de adultos-, y luego encararon los 80 kilómetros a través de la Ruta Nacional 226. A la altura del puente de Blanca Grande, en el kilómetro 380, ingresaron al destino que sabían las iba a reconectar con las raíces de su papá, quien murió en 2021. Luego de 10 kilómetros de tierra, vislumbraron la Escuela Primaria Nº 75 “Juan Uhalde”, con las puertas abiertas. Las recibieron cinco mujeres que estaban cumpliendo sus funciones en el día electoral como autoridades designadas, y reaccionaron con absoluta sorpresa y alegría cuando supieron el motivo de su visita.

 

“Les contamos que somos hijas de un exalumno, Carlos Recio. Nos escuchaban atentos el policía y el personal del ejército que custodiaban la urna. Se nos empezaron a poner los ojos brillosos a todos, y el lugar se hizo gigante de tanta emoción”, expresa Jésica, conmovida por todo lo que pasó en unas pocas horas. Tenía 5 años cuando recorría a pie desde la capilla hasta el almacén de ramos generales, pasaba por la estación del tren y todo le parecía “mágico”. Sentía que era una localidad enorme porque veía el horizonte por todos los puntos cardinales. “Ahora tengo 42, mi hermana 43, y fue como ser niñas de nuevo cuando salimos a ver las seis cuadras que componen Blanca Grande, porque en cada una hay algo distinto”, describe.

 

 

En esas tierras nacieron sus abuelos, su padre y su tía, así que cada rincón resguarda recuerdos de la familia. “Mi papá hizo ahí toda la primaria, y después se mudó a Olavarría, pero nunca se olvidó de que ahí aprendió las tablas, era un experto en multiplicación, y siempre nos enseñó que teníamos que darle valor a la educación, que a él lo forjó para siempre”, destaca.

 

Esa filosofía de vida fue la que le inculcó a ella y a sus tres hermanos, y es la que la impulsó a pensar en su futuro. “Estudié Administración de Empresas, me recibí, después hice la carrera de Derecho y rendí las materias didácticas para la docencia, así que tuvo mucho que ver lo que me transmitieron en mi casa en cuanto a constancia y vocación”, confiesa. Y agrega: “Dar clases me acercó más a lo social porque es un intercambio donde es muy importante escuchar al otro y comunicar los conocimientos. Creo que así como ellos incorporan determinados conceptos, yo también aprendo todos los días de mis alumnos”.

 

El famoso busto de Sarmiento

 

Miles de veces escucharon a su padre nombrar “el busto de Sarmiento”, a tal punto que se volvió famoso en las cenas familiares. Se refería a un monumento que se encuentra en el patio de la escuela, y lo mencionaba cada vez que se portaban mal porque ese era el rincón en el que él se sentaba si había hecho alguna travesura. Ellas soñaban con tomar unos mates justo en ese lugar, y rendirle tributo a la cantidad de veces que estuvo ahí. “Las señoras se acordaban de nuestro papá, empezaron a contarnos historias de él, nos decían: ‘¿Cómo nos vamos a olvidar de Carlitos?’, porque era re inquieto, y empezaron a aparecer vecinos que lo habían conocido, nos señalaban dónde estaba la casa donde vivía, y se emocionaban cuando sabían que éramos sus hijas”, relata.

 

Preguntaron cuántas personas viven en la localidad, y les contaron que en 2022 realizaron un censo local y registraron un total de 74 habitantes, y si se consideran las áreas rurales cercanas alcanzan los 91. En la primaria hay 10 estudiantes actualmente, con doble jornada, un número prometedor si se considera la totalidad de la población. “Nos dijeron que les alegramos el día, que pensaron que iba a ser una jornada de votación normal, pero nuestra visita las hizo felices, y eso para nosotras fue un regalo inmenso, porque a veces no somos conscientes de cuánto puede significar un gesto para el otro”, reflexiona.

 

Les dijeron que su llegada representaba una “bocanada de esperanza y alegría”, y que anhelaban que alguna vez sus hijos o nietos también vuelvan a su querencia. La bondad, dulzura y sentido de pertenencia con el que les hablaban las conmovía en cada conversación con los residentes. Y Jésica se sorprendió aún más cuando habló con el joven militar que estaba de custodio, y al mirarlo con detenimiento le vio cara conocida. “Resulta que era un alumno mío, que había tomado clases en la escuela donde yo enseño, y eso me pareció increíble, fue la definición literal de que el mundo es un pañuelo, porque justo le tocó estar ahí”, revela asombrada.

 

 

La cordialidad y la vocación de servicio fue la característica que se repitió en cada charla. “Nos ofrecían el baño de sus casas. Nos querían calentar agua para los termos, nos señalaban dónde vivían para que pasemos, gente tan pero tan linda que nos dio una retribución constante de amabilidad”, sentencia.

 

Antes de sacar el equipo matero para cumplir con la promesa, sacaron sus bicis plegables para pasear y sacar algunas fotos que hagan eterno el momento. Ambas tienen experiencia en cicloturismo -Jésica sube sus experiencias en la cuenta de Instagram @bicicleteandoenolavarria-, pero esta vez fue totalmente diferente por el viaje emocional que representó para ambas. “Las personas salían de sus casas para conocernos. También se nos acercaron dos nenes que estaban fascinados con nuestras bicicletas, y nos preguntaron para qué habíamos ido y les conté: “Vinimos a conocer la escuela a la que fue mi papá, la misma a la que van ustedes ahora’”, comenta.

 

Fuente y fotos: Infobae