Collins y La Trova: un viaje al pasado con aires de renovación
Son las dos disquerías que quedan en la ciudad. Cómo se reinventan ante el peso del streaming, el final del formato CD y la vuelta de los vinilos.
Danisa Jaime / @_jdanisa
Del staff de Central de Noticias
Fanáticos de la música y de los accesorios como posters, pins, mochilas y remeras encontraron un lugar de refugio y descubrimiento de artistas en las disquerías. Allí, se podrían pasar horas buscando el CD de moda y hasta debatir con personas habitues de estos lugares cuál era la mejor banda de la época. En tiempos digitales y de streaming, el boom de las disquerías ya tuvo su fin. Sin embargo siguen existiendo, y algunos coleccionistas o románticos de lo físico lo agradecen.
En nuestra ciudad, solamente quedan dos: Disquería Collins y Disquería La Trova. Ambos locales pasaron por distintas calles y ambas vieron los cambios de formatos donde la música fue viajando, desde casetes, vinilos, CD y la era de internet.
José Gallicchio, dueño de Disquería Collins, arrancó en el rubro a fines de 1981, donde con su primo tenían una disquería llamada “La Manija”, ubicada en Dorrego casi Vicente López. Allí pasó 10 años (hasta 1992) pero desde 1990 nació Collins en Necochea y Rivadavia. Atendió los dos locales a la vez mientras en ese momento estaba en cuarto año de secundaria. “El nombre Collins lo puse porque es una ciudad donde vivía mi hermana en Colorado, Estados Unidos. La ciudad Fort Collins” explicó Gallicchio.
En esos primeros años del local, “sobre intérpretes dentro de lo nacional recuerdo que se vendía muchísimo Daniel ‘El Facha’ Lezica, Miguel ‘Conejito’ Alejandro entre otros. En lo internacional las bandas Iron Maiden y Metallica eran muy fuertes” contó el dueño de Collins.
Cambios hubo muchísimos. La hora de hacer pedidos era uno entre tantos: “Existían los viajantes. Nos visitaban de las distribuidoras discográficas y venían en la camioneta con la mercadería. Ahí elegíamos manualmente. Era una época hermosa. Después fueron por teléfono y después, cuando ya no venían los viajantes, llegó el fax” dice Gallicchio. Se escribía la numeración, la compañía de la discográfica o sello, la cantidad de cada disco y a esperar.
Marcelo Peruilh (para los conocidos “Pirulo”) abrió la disquería La Trova en mayo de 1992 en Coronel Suarez entre Rivadavia y Vicente López. Hoy se encuentran en Rivadavia y Hornos. “Este año cumplimos 30 años” dice Marcelo con orgullo y felicidad. “En la época medieval los trovadores bajaban de la montaña cantando canciones de protesta o contando cosas que pasaban, por eso elegimos ese nombre”.
“De chico escuchaba música por mi mamá que tenía discos. Pasé música cuando yo tenía 15 años en fiestas, cumpleaños y casamientos. Después me fui a la colimba y dejé, entré a trabajar en un banco y estuve 15 años, pero no me gustaba. Como sabía de música (porque siempre compré discos) decidí poner una disquería. Debo tener en mi casa 300 vinilos” contó Peruilh.
Marcelo Peruilh recuerda casi como una anécdota que para el Día del Niño el producto que más se vendió era de Reina Reech. Pero después los clásicos más pedidos: Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Los Piojos, y Guns N’ Roses, específicamente los discos Use Your Illusion I y Use Your Illusion II.
La lenta decadencia del formato CD, la vuelta del vinilo y la pisada fuerte del streaming
Para los nostálgicos, regalar o comprar música en formato físico siempre tendrá esa magia de trasladarse en el tiempo. Para otros, la comodidad de tener todo al instante dentro de aplicaciones les resulta más atractiva.
Marcelo Peruilh, dueño de La Trova contó que “el CD está vendiéndose cada vez menos, pero por otro lado creo que va a haber gente que siga comprando música. Son pocos la verdad, no sé porqué, capaz por el costo. Los vinilos están volviendo, pero también están 8 o 9 mil pesos”.
Frente al streaming y Spotify, Marcelo agregó que “en mi casa tengo equipos muy buenos, pero mis hijos la música la escuchan por el celular. Volví a pasar música en fiestas como hacía antes”. Además con su esposa realizan trabajos en madera, desde juegos didácticos hasta muebles para los más pequeños. “Ahora es mi ingreso fuerte. Hay que subsistir” cierra Peruilh.
Por su parte, José Gallicchio contó que “el CD se ha achicado mucho. Hay cosas que a mí personalmente me gustaría tener y reponer y no las consigo, ya no están. El otro tema es la falta de novedades, son muy pocas las que están saliendo si nos referimos a este año 2022. Vengo de épocas del disco dorado donde todas las semanas salían cantidad de discos. Me cuesta ver que salen tan pocos. En cuanto al vinilo entran mucho más. En el país se fabrican y también del exterior. El inconveniente de hoy son los valores ya que tienen valor a precio dólar y nuestra moneda es el peso”.
Sobre el streaming José remarcó que “no considero hacerle frente, defiendo mi negocio de la mejor manera posible. Siempre además de la música trabajé otros productos que me sirvieron, aunque nunca fueron más importantes que la música, pero si fueron buenos complementos. En los 80′ los posters, en esa época se regalaba mucho la tarjetería para cumpleaños, aniversarios, día del amigo. Incorporé mochilas rockeras por pedido de los mismos pibes, las remeras y accesorios que hoy son fuertes en mi negocio“. Por último, en su local se pueden comprar entradas de recitales.
El futuro llegó hace rato, pero las joyitas siempre permanecen
De paseo por La Trova, recorriendo y mirando discos y vinilos, Marcelo Peruilh me muestra detrás de un mueble lleno de CD’s, una pared llena de casettes. No están a la vista, casi que escondidos. Pero están a la venta para algún coleccionista, aficionado o que simplemente quiera tener en sus manos uno de ellos.
Después, Marcelo saca desde otro mueble unos vinilos bien guardados en bolsas para su protección. “Un día un hombre entró buscando vinilos de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Tengo estos dos, pero no están a la venta. Algunas cosas no tienen precio”.
Las recorridas por estos lugares son prácticamente una obligación para aquellos que aman la música. Para sentir el formato físico, para conocer, y para darse cuenta que a veces -y aunque sea un rato- todo tiempo pasado fue mejor.