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Espacio público para pocos: un análisis de la movilidad en Olavarría

Gran parte de la inversión se destina a los automóviles y muy poco al resto de los usuarios. El transporte público, la ocupación de veredas y el lugar que ocupan peatones y ciclistas. La inequidad del espacio público y el debate sobre la ciudad en la que vamos a vivir en el futuro.


Por Marcos Pascua

 

Es esta nueva columna nos preguntamos ¿cómo se reparte el espacio público en la ciudad?, ¿qué es el espacio público?, ¿quiénes ocupan con mayor preponderancia el espacio público y qué problemas trae?

 

Desde la llegada del automóvil, las ciudades sufrieron un cambio en su configuración, gran parte del espacio de la ciudad se destinó al automóvil, espacio que es o tiene que ser para todos y todas, el espacio público. Según Marcelo Corti en su libro “La Ciudad Posible”, el espacio público es todo el espacio de la ciudad que no pertenece a edificaciones, por el cual se circula y se accede a los edificios públicos y privados y/o en el cual se desarrollan actividades recreativas, culturales, políticas, comerciales y religiosas de acceso libre a la ciudadanía.

 

Es decir, el espacio público es todo excepto las edificaciones, en este concepto entran la calle, la vereda, los parques, las plazas, etc.

 

Cómo se reparte ese espacio en la ciudad, quiénes ocupan la calle, quiénes la vereda y en qué condiciones.

 

El espacio público es ocupado en un 80% por los automóviles, el exceso de transporte motorizado privado, la infraestructura destinada al automóvil, los carriles de estacionamiento, hacen que el auto ocupe prácticamente todo el espacio público. El resto de los usuarios hace lo que puede en el espacio que le queda.

 

 

En el caso de las bicicletas, ocupan una porción muy pequeña del espacio público en condiciones de inseguridad totales, cuentan con infraestructura exclusiva muy escasa, pocos estacionamientos exclusivos y en general no son respetadas por los automóviles, motocicletas o transporte público, ya sea porque no respetan la distancia de sobrepaso segura de 1,5 m o porque muchas veces golpean a ciclistas cuando abren la puerta del auto.

 

 

El transporte público sufre las consecuencias de una política abocada al vehículo privado motorizado, es un transporte de mayor eficiencia que el automóvil ya que transporta a más personas, pero muchas veces queda atrapado en el tránsito, sobre todo en las zonas de mayor afluencia.

 

En los últimos días por ejemplo se debatió en el Concejo Deliberante de la ciudad un aumento en la tarifa del transporte para “brindar un servicio de calidad”. Lamentablemente el debate siempre ronda alrededor de las tarifas y no de las inversiones del Estado, porque la calidad no solo depende de las tarifas, también depende de la existencia de refugios iluminados que garanticen protección ante las inclemencias climáticas, lugares de intercambio de líneas, accesibilidad al transporte y seguridad. Por ejemplo, existe un proyecto desde hace 4 años en la ciudad para diseñar un intercambiador en las calles Dorrego y Belgrano que no ha sido concretado, existen pocos refugios y de mala calidad, no cuentan con iluminación y la aplicación que marca los horarios de los recorridos no funciona correctamente. Si todo esto se tiene en cuenta, el servicio de transporte público será de calidad.

 

Por último y no menos importante, quienes circulan a pie son de los menos incluidos e incluidas en las ciudades, circulan por veredas de 3 metros que no siempre están despejadas de obstáculos. Automóviles particulares estacionados, concesionarias de automóviles que toman la acera como si fuera de carácter privado, motocicletas, bicicletas, fruterías, viveros y ni hablar de los clásicos lugares de gastronomía. Sin ir más lejos, hace poquitos días se inauguró un local de comidas rápidas que ya ocupó, desde el inicio, un sector de la vereda que da a la avenida Colón y así muchos ejemplos más. No basta con pagar un canon para ocupar la acera, la acera es pública y debe estar libre de obstáculos, por lo tanto, no puede ser ocupada.

 

 

Mesas, sillas, autos, bicicletas, motos, cajones entorpecen la libre circulación peatonal y son un problema muy grande para personas que cuentan con una discapacidad visual y claro está, para personas que circulan en sillas de ruedas. La falta de control genera una anarquía en el espacio público, porque primero ocupa uno y como nadie controla, habilita a que cada quien haga lo que quiera. Además, los pasos peatonales no siempre están claramente señalizados y son ocupados por automóviles que estacionan sobre la senda y obstruyen el paso peatonal.

 

¿Es necesario ordenar el espacio público? Sí, porque es público y todas las personas debemos poder usarlo de la misma manera y, sobre todo, en las mismas condiciones de seguridad.

 

Por lo tanto, es necesario comenzar de a poco a ordenar la movilidad de la ciudad con el objetivo de reducir la siniestralidad vial, la contaminación y la inequidad del espacio público. ¿Cómo? Priorizando a las formas de movilizarse que menos problemas traen como las y los peatones, ciclistas y el transporte público.

 

Si hacemos un análisis de cómo se invierte el dinero destinado a obras en la ciudad, podemos ver que el reparto es para unos pocos.

 

En términos más claros, gran parte de la inversión en la ciudad se destina a los automóviles y muy poco al resto de los usuarios. Por ejemplo, desde el 2019 a la fecha se han invertido casi $400 000 000 en pavimentaciones y repavimentaciones, que claro está, tiende a potenciar esa inequidad en la que compartimos el espacio público los diferentes usuarios. Pavimentar es una buena noticia para quienes se ven afectados por la obra, pero pavimentar sin tener en cuenta a otros usuarios de la vía pública, aumenta la desigualdad en el espacio público, potencia la inseguridad de ciclistas y peatones y no siempre la pavimentación es seguridad vial, es más, una vía en buenas condiciones, ancha y sin ningún tipo de intervención trae como consecuencia un incremento de la velocidad de circulación, lo que aumenta notablemente la probabilidad de un siniestro.

 

Por lo mencionado anteriormente, se hace necesario repensar de qué manera se aborda la infraestructura vial en la ciudad, las nuevas obras tienen que incluir a todos los usuarios de la vía pública, no a unos pocos o pocas.

 

En ese mismo tiempo, la inversión en infraestructura exclusiva para ciclistas fue de $3 000 000, si consideramos solamente los 1200 metros de ciclovía realizados sobre la calle Brown, (a esto hay que sumarle la instalación de 12 bicicleteros en el centro de la ciudad), por eso, cuando el discurso es que Olavarría va hacia una movilidad más sustentable, hay que tomarlo con pinzas.

 

Mejor que decir es hacer y la verdad es que se ha hecho poco, muy poco para aumentar la seguridad de otros usuarios de la vía pública. La movilidad sustentable no aumenta con los discursos, aumenta con la infraestructura y para eso hay que invertir también en ciclovías. Sin ir más lejos, se presentó hace 5 años un proyecto de 32 km de ciclovías, del cual se ha hecho un 7%. Poquito, ¿no?

 

Además, las ciclovías no solo incluyen a ciclistas, también incluyen a los vehículos de movilidad personal, como los monopatines eléctricos.

 

Hay otra cuestión que lamentablemente hemos normalizado, que es la proliferación de la ocupación de las aceras sin ningún tipo de control, principalmente por cervecerías, lo que hace que caminar por las veredas de la zona costera de la ciudad en verano sea muy dificultoso. Ese poco espacio con el que cuentan los peatones para movilizarse, se torna un espacio de muy mala calidad. De la misma manera han adquirido esta práctica heladerías, verdulerías, concesionarias, particulares, talleres mecánicos, cafeterías, restaurantes, viveros, etc.

 

 

Solo un 0,75% de lo invertido en pavimentaciones en 4 años, fue invertido en ciclovías, circular a pie implica circular en forma intrincada, esquivando mesas, autos, sillas, macetas, cajones de fruta. Con estos obstáculos, es muy difícil que personas que cuentan con una discapacidad visual o motriz puedan circular de forma autónoma, ni hablar de lo complejo que es circular en este contexto para personas mayores.

 

Hoy, el espacio público es dominado por los automóviles y quienes tienen que adoptar políticas públicas para cambiar esto, más que achicar la brecha, la aumentan.

 

Nos leemos en unos días.