Juan Traversa y la experiencia de hacer flamear la bandera del AMCO en el Volcán Lanín
El presidente de la entidad local días atrás hizo cumbre en el volcán ubicado en la frontera con Chile. Allí llevó una bandera con los nombres de su familia e integrantes de la comisión del AMCO, “el grupo con el que uno lo quiere compartir”, narró emocionado.
“Al llegar a la cumbre rompimos todos en llanto, aun me emociona hoy cuando te lo cuento”. Juan Traversa es un ingeniero local quien además desde hace ya bastante tiempo es presidente del Automóvil Moto Club Olavarría. Sin embargo, en los últimos días dio a conocer una faceta inesperada o desconocida que hizo que, literalmente, la bandera del AMCO flamee en lo más alto. “Es una experiencia fantástica”, subrayó.
“No soy atleta”, narró una y otra vez en el diálogo que sostuvo con Central de Noticias. Fue por eso precisamente que previo al viaje al sur del país llevó adelante una preparación para llegar en las mejores condiciones. “Fue realmente muy duro, nos tocaron las peores condiciones”, anticipó su relato.
Del grupo que fue parte de la delegación también concurrieron personas de Azul y Tandil, quienes el pasado domingo 6 de diciembre viajaron con rumbo a la provincia de Neuquén, más precisamente hacia el sitio donde se encuentra el Volcán Lanín, ubicado en la frontera de nuestro país con Chile.
San Martín de los Andes fue el primer destino del viaje, lugar en el que pasaron la primera noche y donde fueron recibidos por un guía que les brindó “el último asesoramiento”, al punto de revisar el equipamiento, mochilas y darles diversa información y consejos.
“El día 8 de diciembre arrancamos temprano, de San Martín de los Andes hacia la base del Volcán, a un puesto de guardaparque, ubicado a unos mil metros sobre el nivel del mar”, continuó con el detalle de la experiencia. Poco después, a eso de las 10, ya se encontraban en ascenso con dirección hacia “el primer objetivo”, una base situada a 2300 metros sobre el nivel del mar.
Las condiciones climáticas tuvieron su rol protagónico en ese ascenso, al punto de hacerlos correr del trayecto pensado. Fueron los fuertes vientos que hicieron que deban tomar por un camino alternativo, “de mula” según agregó, en búsqueda de mayor reparo. Finalmente alrededor de las 14 pudieron llegar a ese primer destino.
“Ahí hicimos el cambio de mochila”, añadió a medida que explicaba cómo comenzaron a aliviar la carga por sus espaldas y dejar únicamente lo necesario para el ascenso. “Un balde de agua fría, un baño de realismo”, agregó para definir lo que sintió y oyó segundos más tarde. Es que en ese momento fueron llevados a un sector de glaciar donde los guías les explicaron la utilización de grampones y piquetas, como así también los riesgos y la dureza de tramo que iban a afrontar próximamente.
Culminada esa suerte de clase o capacitación volvieron al sector de domos, carpas especiales, donde comieron y durmieron, o al menos lo intentaron. “A eso de las 20 ya estábamos intentando dormir. A las 2 de la madrugada nos levantamos para desayunar y a las 3 ya estábamos saliendo rumbo a la cima”, contó.
“Había poca nieve así que tuvimos que hacer todo por una zona de rocas”, recordó. El primer objetivo de la subida final fue “un plato” ubicado a 3 mil metros. Desde allí nuevamente el factor climático cambió la hoja de ruta, la poca presencia de nieves y la posible caída de piedras, hizo que el ascenso deba hacerse “por la cresta del volcán”.
De esa manera llegaron a los 3500 metros sobre el nivel del mar, algo que definió “como un punto de inflexión”. Tal es así que el guía a cargo del grupo, en común acuerdo con los alpinistas, decidió que dos de los ocho integrantes del grupo terminen allí con la travesía, al entender que no estaban en condiciones de continuar. “Es muy mental”, narró Traversa.
Tras esa última instancia emprendieron el tramo final, logrando hacer cumbre alrededor de 10,30. “3.776 metros sobre el nivel del mar”, indicó con sumó precisión. “Al llegar a la cumbre rompimos todos en llanto, aun me emociona hoy cuanto de lo cuento. Para no perder la costumbre llevé una bandera del AMCO, así que la desplegué, compartí eso con los nombres de mi familia y todos mis compañeros de comisión directiva, que es el grupo chico con el que uno lo quiere compartir”, narró visiblemente emocionado.
“La bajada es tan áspera como subir”, narró, dejando en claro que la travesía lejos está de limitarse únicamente al ascenso. Tal es así que recién a las 20.30 llegaron al puesto del guardaparque donde habían iniciado el ascenso. “Una experiencia realmente distinta, muy difícil, principalmente para aquellos que como mi caso que no son deportista, no están súper preparados como la mayoría lo estaba. Algo que me va quedar de por vida, en esos logros personales y la satisfacción de poder haber hecho algo que ni te imaginabas”, finalizó.