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A 12 años de la tragedia de la combi: “La bronca va a estar siempre, cada aniversario duele”

Central de Noticias dialogó con Daniel Cabrera y Gustavo Spaltro, padres de Matías y Nadia, dos de los chicos que fallecieron en el accidente ocurrido sobre el paso a nivel del Camino Unión de los Pueblos. Amigos desde siempre, a quienes la vida los cruzó también para sobrellevar la peor de las pérdidas.


“Me costó un montón. Ahora, antes de venir, te lo debo confesar, te iba a decir una mentira sobre mi vieja y que no iba a poder venir. Es la verdad, no me gusta mentir. Pero me dije no, lo tengo que hacer por mí amigo y lo tengo que hacer por mi hijo, porque alguna vez te tenés que sacar esto de adentro”. Es la primera vez que Daniel Cabrera decide de manera voluntaria pararse, o en este caso sentarse, frente a una cámara y periodistas y decir lo que siente. Se trata del padre de Matías Cabrera, uno de los 4 jóvenes que falleció en la denominada tragedia de la combi, de la cual este martes se cumplen ya 12 años.

 

Lo hace a la par de Gustavo Spaltro, ese “amigo” a quien refiere en esa suerte de confesión citada al inicio de esta nota. Ese vínculo entre ambos no sólo propició la realización de esta entrevista, sino también que ambos pudieran transitar de una manera menos dolorosa la peor de las pérdidas.

 

El camino de Gustavo, si se quiere, podría decirse que es algo más conocido. Con la puesta en marcha de la agrupación local de Estrellas Amarillas buscó canalizar ese dolor y eso hizo que su nombre, su voz y sus acciones cobren mayor visibilidad. “Yo a él lo conozco hace un montón de años, hay un vínculo de amistad muy grande. A partir de lo que pasó, te imaginas que el vínculo creció. Con la única persona que me atreví a hablar de los damnificados fue siempre con él”, continuó Cabrera.

 

La dificultad para sobrellevar la conversación no es solo para ellos dos, sino que por empatía pero también por código y afecto se busca evitar en las preguntas los lugares comunes o, más bien, los golpes bajos que, si bien podrían asegurar un título para encabezar estas líneas, nunca fue ese el propósito. Así fue pautado y consensuado, por eso esa suerte de rigidez entre entrevistados y entrevistadores dura tan solo un par de minutos y todo toma la forma de una charla grabada.

 

 

Tal es así que las preguntas ya no toman forma de tales, pasan a ser una suerte de disparadores y a partir de allí que dejen salir aquello que tienen adentro. Daniel así lo tomó y lo dejó muy en claro. Gustavo asiente y adopta un gesto que lo caracteriza. Lleva su mano al mentón y allí la deja durante largos minutos. En esta ocasión los roles se invierten y el que habla es quien hasta ahora se había caracterizado por esquivar el tema.

 

“A mí el daño más grande que me podían ocasionar era preguntarme”, narró a medida que contaba la anécdota de un amigo de años, con quien inclusive laburó a la par durante décadas pero con el que sólo dos veces hablaron del accidente donde murió Matías. Es más, la consulta más reciente había sido hace un par de días. “Mis amigos me respetaron el silencio”, agradeció. “Cada cual busca resolver los problemas a su manera, así lo hice hasta el día de hoy. Bien no lo llevas, lógico, cómo haces para llevar bien eso, lo que sí creo es que tuve el temple necesario para empezar a transcurrir mi vida, mi trabajo, no me abandone nunca. Tampoco es un mérito lo que te voy a decir, pero nunca fui a un psicólogo, psiquiatra… capaz estoy más loco que todos, pero yo voy por ese camino”, completó.

 

Contó también la historia de su vida, la propia y la familiar y cómo a partir de distintas pérdidas y situaciones particulares le dio forma a un rígido “caparazón”. “A partir de esto, te digo la verdad, no me conmueve nada”, se sinceró. “Después de la muerte de un hijo…”, soltó Gustavo y las palabras sobraron. “Imposible que haya algo que te pueda conmover”, completó Daniel algunos segundos después.

 

 

Daniel señaló que fueron dos las maneras pelearle al dolor y la pérdida de Matías. Una no hablarlo, que es la que aplica durante casi todos los días del año, y, la restante, la de irse cuando se cumple cada aniversario. “Todos los que fuimos damnificados, cuando llegan estas fechas, por más que transcurran los años, es muy difícil. Durante el año lo vas peloteando, no es que no te acordas o no lo tenés presente, es una cosa inevitable, es tu hijo, así que yo lo fui llevando de esa manera, no encontré otra”, se sinceró.

 

Su esposa, sobre quien se deshace en elogios y define como “una mujer espectacular”, tiene familiares en Coronel Suárez y es en esa ciudad donde encuentra refugio cada 15 de septiembre. “Es el único lugar en el que encuentro, no paz porque paz no tenés, pero sí poder sobrellevarla mejor”, explicó mientras daba cuenta que “estos 12 años viaje muchísimo a Suárez”.

 

“Un accidente”

 

“Honestamente te lo tengo que decir, lo tomé como un accidente. Que no a cualquiera le pasa, pero en realidad fue un accidente. No creo que alguien, salvo los kamikazes, quieran estrellarse contra un tren o buscar su muerte y no considerar la gente que iba con ella”, expresó Cabrera. Vale recordar que el caso se registró sobre el paso a nivel ubicado a pocos kilómetros del ingreso a Colonia Hinojo. La combi se dirigía precisamente con esa dirección, para luego seguir hasta Azul, donde los chicos y chicas cursaban sus estudios terciarios. La Traffic fue impactada por una formación de carga con una violencia tal que 4 de los ocupantes fallecieron en el acto. Además de Matías Cabrera y Nadia Spaltro, también perdieron la vida Mariana Azcona y María Belén Laveglia. Natalia Gómez Portilla, quien conducía, fue condenada a una pena de 3 años de prisión, además de una pena millonaria en el fuero civil.

 

“La pase muy mal, vivían a una cuadra y pico de mi casa. La veía todo el tiempo, gracias a Dios me dio fuerza para que yo nunca hiciera nada, no es que no lo pensé, te digo la verdad, lo pensé no una vez, un millón de veces, pero siempre pensé que tengo mi señora, mis otros dos hijos, la familia, los amigos, y al final me iba a arruinar la vida yo”, expresó. “Uno tiene adentro mucha bronca, pero mucha, por la manera en la que pasó, pero yo entendí que fue un accidente”, añadió, reafirmando la postura pronunciada minutos antes. “Entendí que son seres humanos, que tienen sangre y tienen corazón, sentimientos igual que nosotros, y no la deben estar pasando bien”, completó.

 

 

“La bronca va a estar siempre, cada aniversario duele”. Quien tomó ahora la palabra es Gustavo, pero lo hace casi desde el mismo lugar donde la dejó su amigo. “Esto va a ser algo de por vida, la muerte de un hijo es una cosa que yo no tengo explicación, no se puede explicar, solamente uno que perdió un hijo lo siente”, completó. Inclusive, en la continuidad de su intervención, Spaltro también recogió el guante de otra consideración vertida por Daniel. “Yo tampoco jamás fui a un psicólogo, canalicé lo mío con Estrellas Amarillas. Si bien va a hacer 12 años de lo de los chicos, va a ser también 8 de Estrellas Amarillas. La voy llevando ahí, día a día, concientizando, para que a otro no le pase lo que nos pasó a nosotros”.

 

Gustavo no dejó pasar la ocasión para poner el acento en la importancia de los afectos. Subrayó el apoyo de la familia y allí mencionó en particular a su cuñado, Marcelo Erretegui, “que está al lado mío”. Se trata del otro pilar que tiene la agrupación que ha demarcado cerca de dos centenares de estrellas amarillas en todo el partido de Olavarría. Spaltro también agradeció a su trabajo en particular, en Control Urbano municipal, “me ayuda un montón porque estoy en la calle, hablar con la gente, es la única manera de seguir”, explicó.

 

La pandemia reconfiguró la vida de todos y la de Gustavo de una manera más que particular. Claro está que la demarcación de lugares debió postergarse, pero por su trabajo todos los días debe estar a metros de la Estrella Amarilla que hace dos años inauguró en la entrada de la ciudad. “Digo mira vos, estamos en una pandemia y está el cartel ahí atrás que dice ‘Sí a la vida’ ”, expresó.

 

Los minutos transcurrieron y a ambos se los ve, no aliviados, pero sí quizás algo más livianos. Ya la conversación avanzó sobre anécdotas y hasta conocidos en común. No queda mucho más para la despedida, por lo que la consulta pasa a ser si alguien quiere sumar alguna palabra más. Daniel no deja pasar la ocasión, “esperemos que esto sea para mí el punto de partida, porque pasaron tantos años que yo nunca me explayé, con nadie. También no es malo. Yo tengo los mejores recuerdos de mi hijo, pero qué se le va a hacer, era esto nomas”, finalizó.