Casa Popular Valeria: “Se puede seguir adelante”
Los testimonios de mujeres que transitan por el lugar dan cuenta de la importancia del acompañamiento, de la construcción junto a otras y del camino que hay por recorrer. Silvia, Aylén, Zaira,Yesica y Andrea, hablaron de sus experiencias y de sus proyectos.
Mujeres de todas las edades transitan por los pasillos de Casa Popular Valeria. Algunas historias son similares, otras, tienen matices propios. La predisposición a la escucha, hace que la palabra circule.
“Acá recibí todo lo que el Estado no me dio”
Silvia Chávez vivió por tres meses en Casa Valeria junto a su hija de 10 años. Un hecho de violencia la arrancó de su casa. “Vine a pedir ayuda. Me dieron casa, comida, contención psicológica y todo lo que implica el acompañamiento, porque aparte de venir de pasar una situación de violencia no estaba bien anímicamente”, contó pausadamente.
No fue la primera vez que la violencia estaba en su vida y eso la afectó especialmente. Pero en esta ocasión algo fue diferente: tuvo ayuda. Hoy, a sus 39 años y desde una realidad con cambios positivos, recuerda que “vine a buscar a María y me ofreció la casa y la comida, el techo para mí y para mi hija de 10 años. Pasé tres meses acá con ayuda económica de ellas porque no tenía dinero para sostenerme. Recibí todo lo que el Estado no me dio”.
Para Silvia hay un antes y un después de Casa Valeria. Así contrastó todo lo que tuvo que hacer sola para defenderse y sostenerse, y todo el apoyo y contención que recibió cuando conoció a las integrantes de la organización. “Ahora me pude rearmar, conseguir un alquiler otra vez, mi casa y mis cosas. Sigo estando acá porque es el lugar donde me corresponde”, sonrió.
En ello reside su mensaje, “se puede seguir adelante” subraya, pero tiene en cuenta las particularidades de cada persona. “Yo la tomé con la lógica de criar a mi hija y educarla, y se sigue. Pero uno sigue herido, lastimado, son trabajos que se hacen despacito”.
Y en ese rearmarse, Silvia es parte de un proyecto que da sus primeros pasos: hacer un programa radial sobre género y diversidad desde Casa Popular Valeria para Radio Universidad. “Las chicas lo van a encaminar para que pronto se pueda hacer realidad. Es un hecho, estoy segura” dijo determinada.
La posibilidad de ayudar
Aylén, de 23 años, y Zaira, de 14 años, son parte de los grupos de jóvenes en la Casa.
Aylén llegó invitada por María ya que tienen una conocida en común, además milita en el MP La Dignidad. “Todos los miércoles, mis compañeras estamos haciendo viandas para la gente del barrio. Si necesitan un plato de comida, nosotros buscamos las donaciones ya sea pollería o verdulería y hacemos viandas para que la gente pueda tener un plato de comida”.
Alcanzan a familias de los barrios Lourdes y Escuela 6 donde el panorama se complicó aún más con la pandemia. “Queríamos ayudar, pero no sabíamos por dónde” recordó. Con una organización rápida y entre compañeras, ahora cocinan unas 50 viandas cada vez para familias de esos sectores.
Agrega que el problema es extendido en la ciudad. Hay más barrios donde las familias necesitan ayuda y desde las agrupaciones que integra buscan llevar respuestas.
Zaira en general va los sábados a Casa Valeria. Llega desde Hinojo para recibir apoyo con las tareas de la escuela. “Empecé a venir porque vienen mis hermanas más grandes y me invitaron” explicó. La oportunidad es también de relacionarse con muchas otras chicas de su edad y participar del grupo de jóvenes, lo que más valora Zaira. “Hay mucho compañerismo y nos apoyamos la una a la otra siempre en todo” reafirma Aylén.
De antes y de ahora
Yesica Rojas de 32 años está ligada a Casa Valeria desde hace varios años y se desempeña centralmente en el barrio Matadero, donde la organización inició su desenvolvimiento. Andrea Pianciola, de 33, en tanto, llegó el mes pasado en busca de ayuda.
“Llegué por un problema de violencia y también vecinal. Recurrí desesperada, me contuvieron y me acompañaron. Estuvieron conmigo en todo momento” destacó Andrea. Además, dos de sus seis hijos también concurren para recibir apoyo con las clases de la escuela.
Yesica se reconoce con un perfil de “estar pendiente de si alguien necesita”, impronta que manifiesta en cada lugar donde vive. Estuvo en los inicios –”con cosas para los chicos y meriendas”– y ahora sigue atenta las condiciones en el barrio. “Se ha hecho comida y nos ocupamos de todas las necesidades tanto de los abuelos como de los niños y más con la pandemia, más cosas han surgido en el tiempo” contó.
Es consciente de las ventajas y los límites de la organización, aunque estos últimos le duelen. “Surgieron muchas necesidades de distinto tipo y habría que desparramarse para todos. No fue difícil organizarnos. Pero te da cosa de no poder cumplir con todas las necesidades de la gente; tratamos de cubrir las que podemos”.