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Casa Popular Valeria: “Esta pandemia nos encontró ya organizadas”

La importancia de la construcción colectiva de una organización que, durante la pandemia, sigue acompañando a mujeres, adolescentes, niños y niñas y adultos y adultas mayores. Los acompañamientos durante el aislamiento, la reorganización territorial y la lucha por los derechos.


 

El portón está abierto. El pasillo estrecho que conduce al patio contiene murales y plantas. Se escuchan voces y hay olor a tortas fritas. Nos reciben María y Soledad Rodríguez, referentes de Casa Popular Valeria, un espacio dedicado a la contención de mujeres que atraviesan situaciones de violencia machista. La “casita”, como la llaman, está ubicada en Fassina 1931, abrió sus puertas en febrero de 2019 y surgió como homenaje a Valeria Cazola, asesinada por su pareja en 2008.

 

Meses después de la inauguración del espacio, Valentina Gallina, hija de Valeria, fue víctima de femicidio. Casa Popular Valeria, se convirtió en refugio y espacio de contención de mujeres olavarrienses. También, fortaleció vínculos y apostó a la construcción colectiva.

 

Durante las primeras semanas del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio decretado como forma de hacerle frente a la pandemia, la institución cerró sus puertas. “Fueron únicamente 15 días porque nos dimos cuenta que teníamos que volver. Era mucha la demanda, las compañeras necesitaban ser escuchadas, había episodios de violencia, necesitaban que las acompañemos a hacer las denuncias”, recordó María.

 

 

De esta forma, se organizaron en turnos para cubrir gran parte del día y si bien siempre estuvieron en contacto a través de grupos de WhatsApp, supieron de inmediato que con un mensaje o una llamada no alcanzaba. “Nos preocupaba demasiado los abordajes que veníamos haciendo y no queríamos dejar todo por la mitad. Entonces volvimos”, señaló Soledad.

 

A esta situación compleja se sumó el cierre de comedores y merenderos. “Nosotros también trabajamos en 5 barrios. Había que resolver de una manera rápida, eficaz y sin romper protocolos cómo seguíamos asistiendo a ese montón de familias que se habían quedado sin ir al comedor o de los niñes sin ir al merendero”, contó Soledad y detalló que “las vecinas pusieron sus casas, comenzamos a conseguir donaciones de garrafas y ollas. En algunos casos venían las personas con los tuppers a buscar las viandas, en otros, las compañeras salían en las bicis a buscar los tuppers casa por casa, preparaban, los llenaban y volvían en las bicis a repartirlos porque había adultos mayores que no se podían mover”.

 

 

La violencia durante el aislamiento

Desde marzo hasta la actualidad realizaron alrededor de 40 acompañamientos, por fuera de los acompañamientos realizados por teléfono. “No solo han sido acompañamientos a ir y denunciar, sino también a la exclusión del hogar del violento, a Servicio Local porque la violencia atraviesa no solo a las mujeres sino también a las niñeces y también hay que ocuparse de eso. También acompañamiento respecto a lo habitacional, porque cuando una mujer decide irse de su casa, sale pero no sabe a dónde ir”, indicó Soledad.

 

El trabajo fue complejo y requirió poner el cuerpo una vez más. Soledad aseguró que “fue difícil pedir asesoramiento y ayuda y del otro lado escuchar: estamos en pandemia. Parecía que se había cortado todo, que en pandemia no había violencia, no había hambre… verle la cara a alguien, imposible”.

 

 

María, por su parte, recordó que ante el pedido de un acompañamiento psicológico “nos han dicho que por videollamada… pero no tenemos Internet acá”.

 

“Si no hubiésemos hecho un trabajo antes de comunidad, colectivo, de entender lo que nos pasaba y que todas estuviesen organizadas, no hubiésemos podido sostenerlo. La mayoría de las cosas que necesitamos, se gestionaron y obtuvimos por parte de compañeros. Con redes, cerró Soledad.

 

 

Con distancia social, pero juntas

Para María y Soledad, la clave fue la organización y la capacidad que tuvieron las mujeres de ponerse en el lugar del otro. “El cuidado. Esta palabra que nosotros usamos siempre, nos definimos como una unidad de cuidado a las mujeres, a los niñes, a los ancianos, a nosotras. En la pandemia surgieron cosas muy buenas en este sentido”, resaltaron.

 

“El año pasado, todas las semanas teníamos talleres diferentes. De Promoción de la Salud, del Frente Ni Una Menos, de Pastelería, de Panadería… Eso nos hizo fortalecernos. Las chicas replicaban todo lo que aprendían en el barrio, ayudaban a la vecina, la acompañaban a la sala si tenían que pedir el DIU o anticonceptivos”, señaló María en referencia al recorrido realizado durante el año pasado.

 

“El saber se pasa, y entender, además, que no es solo un saber, es un derecho”, indicó Soledad y María destacó la palabra “popular” como un signo de identidad. “Las chicas se apropiaron de este lugar, encontraron que el lugar era de ellas. Acá pudimos empezar a trabajar el tema de la economía popular, de los movimientos sociales. Nosotras pertenecemos a un movimiento social que es MP La Dignidad. Hemos cambiado esa solidaridad por militancia” y afirmó: “yo milito”.

 

 

¿Por qué seguir?

Soledad describió un momento íntimo. “Todos los días, al terminar el día, la pregunta es: ¿Y mañana por dónde arranco?”. Las moviliza y las sostiene la fe ante la sensación de que todo es poco. “En un momento te das cuenta de que eso que parece poco termina siendo esencial para la otra persona, un bálsamo para empezar a sanar”.

 

María y Soledad sueñan con “erradicar todo esto” (señalan alrededor). “Nuestra idea es que Casa Popular Valeria un día sea, no sé, cultural, que esté lleno de talleres, que no tengamos que estar pidiendo por las redes alimentos, sábanas, colchones, mamaderas, leche, las cosas básicas que una persona las tiene que tener por derecho”.

 

Yo no quiero ser buena, yo quiero que acá haya un Estado presente, que las personas puedan tener derechos, que sean escuchadas, que sean atendidas.

 

“El trabajo es sumamente intenso, todos los días nos repensamos para volver al otro día y también tenemos esta mirada de decir esto algún día tiene que cambiar. Por eso, esto que lo consideramos como una batalla ganada de las organizaciones lo de la ordenanza de Emergencia en Violencia de Género. Es la forma que nosotros entendemos que se construye y se puede transformar”.

 

La frase se repite ante cada despedida: “mañana vení, te espero”. El compromiso se renueva, “alguien en el mundo piensa en mí”, dice la canción.