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Mireya: “Esto tiene que ir cambiando y está cambiando”

Luego de la aprobación a nivel nacional del cupo laboral trans, Central de Noticias habló con Mireya, quien este año pisó por primera vez el recinto del Concejo Deliberante junto a sus compañeras y compañeros de la disidencia. Su mirada, sus sueños, sus buenas y malas épocas. Su madre y el amor de sus abuelos y de su pareja. 

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Mireya tiene 55 años, es vecina del barrio Matadero y hace 33 años que está en pareja. Dice que tiene “más buenas que malas para contar”, pero sospecho que es su géminis interior la que la lleva para adelante. Mireya habla de signos. Y también de sus afectos, su casa y la idea de dejar un mundo mejor “para las que vienen”.

Este viernes el Gobierno nacional estableció que el sector público deberá contar con un 1% de representación trans, travesti y transgénero. En la última sesión del Concejo Deliberante se votó una resolución para avanzar en el mismo sentido a nivel municipal. Mireya pisó por primera vez, el recinto del HCD.

 

“Para mí fue toda una novedad, es la primera vez que estoy en esto. Fue hermoso, para las chicas, para las compañeras que han estado más en la lucha y les ha tocado transitar cosas más feas en la vida. Yo soy un poco más grande que algunas y tengo una vida hecha. Tengo mi pareja de muchos años, por suerte no he tenido que pasar por muchas de las cosas que han pasado ellas”, contó.

Para Mireya, lo que sucedió durante esta jornada “es algo bueno para las que vienen” y señaló que “mis compañeras están contentas. El tema acá en Olavarría es muy difícil. Viste como somos… se fijan en los modos, en la apariencia, en el vestir, en todo eso. Y viste como nos vestimos, que somos llamativas (larga una carcajada). Yo soy grande, me visto un poco diferente, aunque ya he llamado la atención bastante hace algunos años”.

 

 

Esto tiene que ir cambiando y está cambiando. Va a llegar un momento que las personas retrógradas van a tener que ir abriendo la mente, incluirnos, a mis compañeras y a todos.

 

 

La rubia Mireya

 

“Mis años… en los que yo arranqué en esta vida, fueron los 80”, contó y recordó una época difícil, pero “siempre tuve suerte con mis parejas, vengo de una familia de clase media y gracias a Dios no he tenido la necesidad de prostituirme, de tener que estar parada en una esquina”.

La familia de Mireya tenía comercios y ella supo trabajar atendiendo una librería. “A los 15, mi mamá me dijo te vas. Salí a buscar trabajo y conseguí en un boliche, de lavacopas. Era un boliche de una pareja gay, así que encajé perfecto. Y ahí tenía mi cabello negro, después me lo teñí de rubio y vino mi patrón y me puso Mireya… Y me echaron porque me dijo ‘así no podés salir a atender las mesas'”.

 

Mireya suelta la risa otra vez. Pero enseguida recordó otro momento difícil. La época del servicio militar, eso fue un sufrir. No me salvé por ser así, me salvé por sostén de familia. Porque mi abuelo estaba enfermo de corazón, empezó a cerrar los negocios que tenía y empezamos a ir económicamente para atrás”.

 

A veces hablo con mi marido y le digo “si nos tenemos que morir, nos morimos tranquilamente porque hemos cumplido todos nuestros sueños”.

 

Si vos me preguntás qué me faltó en la vida, yo digo que a mí lo único que me faltó fue una caricia de madre. Lo único. Porque la tuve, fue una madre ejemplar hasta mis 13 años y después mi mamá se separó de mi padre, me criaron mis abuelos y después ella se casa con mi padrastro, pasa a ser una señora de dinero… y yo la caché”.

 

Se produjo un breve silencio, casi imperceptible, y agregó rápidamente: “pero después me criaron mis abuelos y no me faltó nada y mucho menos amor”.