Pandemia, Estado, organización popular y militancia
Por Emiliano Llorente (*)
Era 19 de marzo, tipo cuatro de la tarde. Estábamos sentados en el patio de la cooperativa en ronda con el solcito que nos pegaba en la cara, tomando mate y charlando con varios compañeros y compañeras cartoneras de eso que aun todos desconocíamos, el coronavirus. Se decía que Alberto iba a declarar el aislamiento obligatorio, algunos le ponían más seriedad que otros, pero creo que nadie tenía en la cabeza lo que se venía. La preocupación obviamente era que si cerrábamos no había otro ingreso para muchos. Esa pequeña asamblea improvisada después de escuchar el anuncio del Presidente obviamente decidió priorizar la salud de todos y cerrar los 15 días.
Ya llevamos varios meses y la pandemia viene dejando al descubierto necesidades, urgencias, fallas y miles de reflexiones, pero hoy me interesa hacer hincapié en dos:
La primera es la importancia de la organización. Luego de los primeros 15 días de cuarentena, donde el sector de la economía popular que vive el día a día no podía salir a laburar empezó a sentir fuertemente el párate económico. Con la militancia y los cartoneros del MTE organizamos un frente conjunto con Caritas y Red Solidaria para paliar un poco la urgencia alimentaria ante el abandono del gobierno municipal.
Logramos asistir (a través del reparto cartonero) a cientos de familias de la ciudad que la estaban pasando mal, fuimos viendo que la necesidad era tanta que repartir mercadería era imposible, todo lo que llegaba se iba en minutos, se decidió montar 4 cocinas comunitarias en diferentes puntos de la ciudad ya que cocinar rendía mucho más. En una semana había más de 15 cocineras organizadas garantizando cientos de viandas diarias a puro corazón, porque no había un mango.
No sólo notamos que los compañeros y compañeras que están organizados en el MTE no los embistió de lleno la crisis, ya que contaban (no todos) con un salario complementario, y una base de trabajo acumulado que acelerando los procesos y la lógica de venta del material reciclable pudieron generar un ingreso rápido, sino que además salieron al rescate llevando un plato de comida a quienes estaban solos con la solidaridad como bandera.
Quedó a los ojos de todos que solo el pueblo salva al pueblo, que la organización social reacciona mil veces más rápido que el Estado y que fue la punta de lanza para que miles de hermanos y hermanas de nuestro pueblo puedan tener un plato de comida cuando viene la oscuridad. Cartoneros de Viento en Contra asistían a otros cartoneros que no estaban organizados, esa imagen fue un claro ejemplo de la importancia de la organización, eso fue el puntal para que todo no vuele por los aires.
La segunda cuestión importante es la centralidad en la discusión pública que tomo el rol del Estado, ni hablar de cómo el mercado solo salió a reclamar, pensando como siempre en hacer lo posible para sostener sus privilegios. Pero lo que me interesa poner en discusión es el rol del Estado y su ineficiencia.
El primer ejemplo de la pandemia llegó el día en que se lanzó el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Ya sabíamos lo que se venía, ninguno de nuestros compañerxs tenía acceso a internet, menos a un smartphone, algunos ni el DNI, todos los organismos cerrados brindando 0800 que jamás funcionan, de pronto el Estado se convirtió en un Zoom. Organizamos un operativo de carga y ayudamos a gestionar el programa a más de 600 personas, un dolor de cabeza tras otro, una política inaccesible para el pueblo pobre. Bueno, esto le costó “la cabeza” a Vanoli.
La segunda y muy clara fue la cuestión de los penales. Tenemos un gran vínculo con compañeros privados de su libertad, venimos hace tiempo trabajando para lograr una reinserción a través del trabajo organizado en la economía popular.
Nos encontramos con un abandono enorme por parte del sistema judicial. Directamente desapareció, los defensores oficiales “representan” a cientos de pibes, imposible conseguir una respuesta o que al menos se le preste la atención que su causa necesita, con la urgencia de la salud en el medio, no importa nada. Jueces y fiscales tardan meses en resolver, sin profundizar el Servicio Penitenciario Bonaerense que ejerce una perturbación y abandono permanente.
Ya es moneda corriente para la militancia popular renegar con el estado, en la gestión ejecutiva y judicial, no hay coordinación integral de ningún área con otra, hay miles de trabajadores que si pueden zafar con una licencia mejor, muchas veces garpa la ley de hacer lo menos posible, y reina el discurso de “siempre fue así, no se puede cambiar”.
Estos tiempos donde la urgencia prima me deja pensando que estuvimos cuatro años agitando “volver mejores” y decir “antes que esto Macri” me resulta mediocre. Volver mejores para mi significa que toda la desidia que sufre la parte más pobre de nuestra patria sea escuchada, que dejen de morir pibes de tuberculosis abandonados en los penales, que los cartoneros no tengan que hacer malabares para llenar la olla cuando trabajan de sol a sol, que no dejen sin luz una familia en plena pandemia, que si alguien no tiene DNI o le falta un informe social para cobrar un programa tenga que golpear las puertas de todos los organismos hasta que alguien se digne a resolverlo, que todos los trabajadores tengan derechos.
Hay que dejar de subordinar la gestión a la acumulación política de algún sector, hay que dejar de bancar la comodidad de algunos agentes del estado o los negocios de otros, no echamos al neoliberalismo para cumplir las fantasías progres, ni para satisfacer el ego personal o las ambiciones de poder de nadie, tampoco para sostener comodidades.
Creo que como militante del campo popular tenemos que discutir fuertemente la ineficiencia y la falta de compromiso en el estado ¿de dónde viene? ¿por qué? ¿para que queríamos el estado? Si no es para cambiar las cosas ¿para que estamos?
Yo no me caí del cielo, pero si de un bar muy triste.
Tierra, techo y trabajo para todos los hermanos y hermanas de nuestra Patria.
(*) militante social del MTE. Integrante de la Cooperativa de Cartoneros “Viento en Contra”